DESPACHO. Manuel Sánchez, en su escritorio. / V. LÓPEZ
PERFIL MANUEL SÁNCHEZ VEGA

La serenidad personificada

Calma, cordialidad y discreción definen a un hombre con convicciones

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Efectivamente -querido amigo Luis- ese señor que pausadamente se acerca a nosotros es un señor. Fíjate cómo los rasgos de su rostro, su porte distinguido y sus atuendos discretos transparentan los caracteres relevantes del mapa de su noble espíritu. En su figura se refleja el resumen de sus ideas, de sus convicciones y de esos valores que constituyen los cimientos de su dignidad moral: esos principios trascendentes que, por ser frágiles, han de estar permanentemente protegidos. Fíjate cómo conversa -igual que vive- con una serenidad cordial, y cómo, simplemente, con su discreta manera de tratarnos hace grata y confortable su compañía.

Manuel Sánchez Vega, en contra de lo que algunos piensan, está convencido de que preocuparse y ocuparse por mejorar la imagen que proyecta no es una frivolidad sino, por el contrario, una muestra de profesionalidad, de seriedad y de responsabilidad: él posee plena conciencia de que los rasgos que dibujan su persona y su vida proyectan unos mensajes de coherencia ética y de equilibrio psicológico que son interpretados y valorados por los demás miembros de la sociedad.

Él es un hombre respetable y respetuoso que, con el fin de vivir el presente de una forma plena, se esfuerza por asentarlo sobre los dos pilares firmes del pasado y del futuro. Su plena conciencia del sentido temporal de su vida le ayuda eficazmente para que apoye sus diferentes presentes, por un lado, en el camino de la dilatada historia recorrida por sus antepasados y en la enjundiosa trayectoria de su propia biografía, por el otro lado -y a medida en que cumple años- se afianza en el panorama abierto de un futuro renovador que orienta sus esfuerzos diarios hacia unos nuevos horizontes que le descubren unas metas cada vez más altas.

Su figura, amable y sosegada, nos recuerda numerosos episodios protagonizados por sus familiares más cercanos y nos muestra su peculiar manera -generosa y agradecida- de ayudar a sus interlocutores para que, de manera permanente, renazcamos y formulemos unos propósitos transformadores. Estoy convencido de que las claves de su filosofía de la vida y el secreto de su profunda, inteligente y humana capacidad para mantener ese espíritu lozano y esa actitud positiva, además de ser frutos de la observación, de la intuición, de la imaginación y, por supuesto, de la reflexión, están determinados por su sensibilidad estética y, sobre todo, por su exquisitez humana. / JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO