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EE UU pide a los países africanos que expulsen a Mugabe del poder

Zimbabue es sinónimo de miseria y desolación. Una inflación del 231.000.000% hace que cada euro se cotice a 66.000 dólares del país africano. A ello se une la falta de alimentos, que obliga cada día a millares de personas a cruzar la frontera con Sudáfrica para conseguir comida. Además, en los últimos tiempos el país africano se ha visto afectado por el cólera, que ya se ha cobrado la vida de más de 500 personas y ha contagiado a otras 13.000.

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EE UU quiere la cabeza del responsable de este caos. La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, asegura que «ya es más que hora de que Robert Mugabe se vaya». La Casa Blanca está convencida de que el hombre que preside este infierno desde 1980 no es capaz ni siquiera de proveer de agua potable a sus ciudadanos. Tampoco de garantizar un sistema sanitario mínimo que salvaguarde la vida de las alrededor de 300.000 personas que sufren desnutrición y los millones que soportan una pobreza perenne.

Hasta ahora, Mugabe no estaba tan mal visto por la Administración Bush, que miró hacia otro lado cuando el octogenario dictador violó toda clase de derechos humanos, amañó cada una de las elecciones o expropió a golpe de machete las granjas de los colonos blancos en pos de una reforma agraria que sólo favoreció a sus arcas privadas. Ese silencio respondía, tal vez, a que el sátrapa ha hecho calladamente negocios, muchos negocios, con empresas americanas, y, al mismo tiempo, frenaba el desembarco en la zona de China. Pero ahora ya no lo hace. Mugabe se ha vendido a Pekín.