«Queda todo por saber de los fenicios de Oriente»

Fue tal vez la primera internacionalización de las empresas. Hace más de 3.000 años, unos locos decidieron zarpar de Tiro (Líbano) para cruzar el Mediterráneo. Buscaban dar salida a sus productos y comerciar con puertos más allá de los límites de su mundo conocido. La aventura no fue tan descabellada como pudiera parecer. La empresa les hizo ganar considerables beneficios para ellos mismos y dejó en las playas alcanzadas una huella de cultura que no se ha borrado con el paso del tiempo. De aquella apuesta nacieron otros pueblos fenicios, otras ciudades como Cádiz, Gadir por aquel entonces. Hoy el sentido de las expediciones ha cambiado y son los herederos de aquella civilización los encargados de buscar su identidad en el puerto del que partieron y llevar allí sus saberes. María Luisa Lavado (Sanlúcar, 1958) ha sido una de las elegidas para esta cita con la historia. La arqueóloga acaba de regresar de excavar la necrópolis fenicia de Tiro -la más importante del mundo-, de la mano de una misión del Ministerio de Cultura que ha durado un mes.

La expedición que dirige la catedrádica de la Universidad Pompeu Fabra, María Eugenia Aubet Semmler -«la persona que más sabe sobre fenicios del mundo»- comenzó en 2004, aunque se ha retrasado por la inestabilidad política y la guerra que ha vivido el país. «Es curioso, pero se conoce mucho de las colonias fenicias y nada de la propia metrópoli», dice Lavado, que admite que «queda todo por saber sobre los fenicios de Oriente».

Para terminar con esta carencia un equipo con arqueólogos, antropólogos, ceramistas, dibujantes... han conseguido la primera excavación en la necrópolis de Tiro. Lo primero que llamó la atención a María Luisa Lavado desde el aire fue que Tiro y Cádiz «son iguales topográficamente, con una isla y un itsmo».

Si la vida da muchas vueltas, la historia más, algo que hace posible que hoy la metrópoli que envía a los sabios sea otra y las dos ciudades vivan «en otra época».

La primera sorpresa de esta intervención «de libro» ha sido que la necrópolis libanesa no tiene «nada que ver» con la de Cádiz. Lavado advierte que existen bastantes diferencias entre los enterramientos en diferentes ciudades, pero que el originario ha resultado «muy austero» con materiales «muy diferentes» y sin la «riqueza» del gaditano.

El relato de la arqueóloga lleva al conversador a otro tiempo muy lejano. «Tenían un ritual de incineración. No se han encontrado inhumaciones. Con el fuego purificaban el alma que ascendía a su versión del Paraíso».

Austero equipaje

El testimonio sólido de aquella relación con el más allá son los restos de los ajuares que la sanluqueña ha podido desenterrar. «Guardaban cosas para que les sirvieran en el otro mundo: un jarro con boca de seta, una jarra trilobulada y platos para tapar la urna. Dentro sólo hay huesos y algún escarabeo», relata. El salto entre la austeridad libanesa y los ostentoso de algunas tumbas gaditanas sigue siendo un misterio hoy por hoy, aunque la investigadora alude a que «quizás querían emular a los personajes enterrados en las tumbas reales de la metrópoli».

María Luisa Lavado ha sido la encargada de sacar a la luz maravillas del subsuelo como la villa romana de Puerto o las excavaciones frente a San Felipe Neri, Puente Melchor o el ajuar funerario de Los Chinchorros que verá la luz en las próximas semanas y que contiene un pendiente que dará mucho que hablar.

Los conocimientos que ha adquirido en ese tiempo le permiten imaginar mucho, aunque no todo. Si pudiese saltar 3.000 años atrás volvería a Tiro para terminar con una de sus mayores dudas: «Me encantaría saber cómo organizaban su relación con otros pueblos, sus planes comerciales con el mundo», admite.

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