Editorial

Estímulo limitado

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El plan para la reactivación de la economía europea, propuesto por la Comisión para que los próximos 11 y 12 de diciembre pueda ser aprobado por el Consejo Europeo, ha previsto un esfuerzo de 200.000 millones de euros, de los que 170.000 deberían estar incluidos en las cuentas públicas nacionales. La traslación de los acuerdos de la cumbre de Washington al ámbito de la UE, para que desde la Comisión presidida por Durao Barroso se fijen criterios y se consignen partidas presupuestarias que cada país tendrá que hacer suyas, permitiría establecer un compromiso común a todos los gobiernos europeos para optimizar los resultados de dicho empeño. El ejecutivo comunitario parte, además, del insoslayable reconocimiento de que la mayoría de las medidas de política económica, y en particular aquellas que pueden estimular la demanda de los consumidores, corresponde a competencias nacionales. Pero la iniciativa hecha pública ayer no puede ocultar ni las diferentes condiciones desde las que cada estado miembro afronta la crisis, ni las desavenencias entre gobiernos, manifestadas especialmente por el ejecutivo alemán. De entrada, el esfuerzo propuesto traza una línea de separación entre los países de la Europa occidental y los del Este, dado que éstos no cuentan con la disponibilidad presupuestaria de los primeros. Junto a ello, el hecho de que Alemania alegue haber superado ya la dotación financiera propuesta por la Comisión, porque ha comprometido el 1,3% de su PIB en el rescate del sistema y en la reactivación de su economía real, o la posición oficial del Gobierno español, alineándose con la propuesta de la Comisión pero recordando que una parte de sus iniciativas ya ha sido acordada por Madrid, presenta la cumbre europea de dentro de dos semanas como una cita crucial y en absoluto de trámite. Durao Barroso estuvo acertado ayer cuando advirtió del riesgo de «entrar en un círculo vicioso de recesión, caída del poder adquisitivo y de los ingresos fiscales, aumento del paro y mayor déficit público». Pero la cuantía fijada para reactivar la economía europea parece, a la vez, demasiado exigua y desigualmente repartida como para que pueda esperarse que el plan obtenga los objetivos de estimular la demanda, restablecer la confianza de los consumidores y limitar el impacto de la recesión sobre los sectores más vulnerables de la sociedad. Los gobiernos europeos no sólo están emplazados por la crisis a esforzarse por la máxima coincidencia y coordinación. Tienen también la obligación de clarificar cuáles son las metas comunes y cuáles las particulares, y en qué medida el esfuerzo será europeo y en qué medida nacional. La comparecencia del presidente Rodríguez Zapatero en el Congreso debe servir hoy para esclarecer con precisión cuáles han de ser, a su entender, los compromisos que vinculen a España con el resto de Europa, y cuáles los que propone asumir específicamente a los españoles.