CÁDIZ

Tres gaditanas donan un riñón a su familiar para evitar la diálisis. Tres voluntades a pruebas de hospital

Lo demás vino rodado, hasta lo de volver a Cádiz. Susi Cigüela nació en un pueblo de Zaragoza y cuenta su hija Lola que el gen maño le aflora cuando saca fuerzas en los momentos difíciles.

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A ella le bastó ver cómo el ánimo de su marido iba decayendo tras un mes en diálisis para comprender que no podría vivir atado a una máquina de por vida y la decisión ya estaba tomada desde hacía mucho. Por eso mismo eligieron una clínica privada, la Fundación Puigvert de Barcelona, pionera en este tipo de intervenciones, que agilizó los trámites y acortó tiempo a la espera.

«Ya habíamos agotado la paciencia». Los últimos tres años fueron los más difíciles, entre las dudas de Fernando, que era reacio a recibir el órgano de su esposa ante el miedo de que pudiera afectarle en un futuro, y la edad que no le daba cabida en la lista de trasplantes. Pero al final la enfermedad se agravó y lo aceleró todo. Lola dice que su padre tenía miedo, pero la mejor razón para convencerse ha sido el resultado. A ella le acaban de dar el alta tan sólo una semana después de la intervención y ya hace una vida normal.

Desde Barcelona, Susi cuenta que no tiene apenas molestias, que la cicatriz es pequeñísima y que en ningún momento se planteó que algo pudiera salir mal. «Fernando está muy bien, la verdad es que está guapísimo», dice justo el primer día que ha dejado de ser paciente y se ha convertido en familiar acompañante. ¿Si se puede vivir con un solo riñón? De la misma forma que con cuatro dedos en cada mano.

Nuevos planes

La vuelta a casa se espera en breve y de nuevo se pondrá en manos del Servicio de Nefrología del Puerta del Mar, para las revisiones. Lo de empezar a trabajar ha tardado menos. A través de un portátil controla desde la habitación los casos de su clínica. «Tengo molestias, porque ha sido una operación grande, pero me siento muy bien», asegura Fernando, que anima ahora a este tipo de donaciones porque «el riñón sufre menos y la garantía de éxito es mucho mayor que con un órgano de cadáver».

En Cádiz le espera el despacho tal como lo dejó, con su bata en la percha y el microscopio sobre la mesa. También llega a punto para la Navidad y si las cuentas no salen mal, empezará el año con un nuevo nieto que nacerá en febrero. Merecía la pena el sacrificio, la mejor declaración de amor tras 40 años de matrimonio.

Durante todo ese tiempo, Lallemand ha tenido sobre la mesilla la imagen de la Virgen de la Salud, a la que meses antes lo había encomendado Quico Zamora, la misma que tuvo el corista junto a la cabecera de su cama durante el preoperatorio y la recuperación casi un año antes. Sentado en la oficina de su farmacia y mientras revisa facturas y recibos cuenta que la enfermedad empezó a dar la cara precisamente en el laboratorio de Fernando. «¿Tienes algo que hacer mañana? Pues si lo tienes lo dejas todo y vas al nefrólogo», le aconsejó. Después vino el diagnóstico demoledor: «Tienes los mismos niveles que yo y esto tiene toda la cara de una insuficiencia renal». La visita al nefrólogo sólo vino a confirmar la mala noticia.

Desde ese momento la vida se hizo cuesta arriba. A las pocas semanas de iniciar la medicación se subió al escenario del Falla con Fali Pastrana, «a pesar de los disgusto que da este concurso». Pero sólo aguantó hasta mayo antes de entrar en diálisis. Contando rápido, aquello fueron seis meses de sudokus, libros, prensa o radio, cualquier cosa para mantener la cabeza ocupada durante las cuatro horas que, día sí día no, tenía que estar enchufado a una máquina. «O me curo o me muero, pero así no voy a aguantar mucho tiempo», le llegó a confesar a algún amigo.

Tres a uno

Y la posibilidad de una donación partió de la propia familia. Primero se ofrecieron su mujer, y su madre, que falleció hace unos meses, pero ambas resultaron incompatibles. La siguiente opción era su hermana Maribel, y a la tercera fue la vencida.

«Lo tuve muy claro desde un principio», asegura ella. Cuando se lo contó a su marido y a sus hijas se mostraron reacios a la operación, pero el riesgo era mínimo y no podría ver la vida de la misma forma sin su hermano. Las pruebas y las revisiones fueron disolviendo las dudas. «La vida con un riñón es la misma que con dos», comenta Quico y para muestra un botón: Santillana, el jugador del Real Madrid, pasó cinco años metiendo goles de cabeza con un solo órgano, al parecer un defecto de nacimiento que nunca nadie le había detectado.

Tres a uno fue el resultado del partido. Ambos bromean y explican que cuando se realiza un trasplante de riñón los que han dejado de funcionar se quedan en su sitio y el nuevo se inserta junto a la vejiga para que la zona lumbar no sufra demasiado. Quico entró en quirófano un 14 de diciembre, el mismo día que su Virgen de la Salud estaba en besamanos. De ese día recuerda que justo antes de empezar la intervención y tras una semana de aislamiento se cruzó en la camilla con su hermana y alargó la mano para tocarla, llevando a la máxima expresión el concepto de comunicación no verbal. Fue ahí donde Maribel supo que aquella había sido una de las mejores decisiones que había tomado en su vida.

El abrazo carnavalero

El año pasado se perdieron el Carnaval, pero el Carnaval no se olvidó de ninguno de los dos. La comparsa de Momo le dedicó un pasodoble que presenció desde un palco del teatro, una de las mayores satisfacciones que les ha dado el Falla aunque no estuviera sobre las tablas.

Ahora él toma la medicación de inmunosupresores y los días nublados hace dieta para controlar el peso. Ella sigue con su vida normal y no tiene prescrita ni una sola pastilla. De la operación sólo le ha quedado una cicatriz justo encima de la cesárea. Dos marcas que le recuerdan a diario los momentos más felices de su vida. «Donar este órgano me reconforta, la verdad es que ha sido una gran satisfacción», reconoce.

«Los donantes quieren asegurarse de que no les va a invalidar nada y puedo garantizar que se vive perfectamente con un sólo riñón», cuenta el coordinador de trasplantes del Puerta del Mar, Ángel Sánchez, que llegó a Cádiz casi al mismo tiempo que se empezaron a realizar intervenciones con donantes vivos.

En estos años la técnica ha evolucionado y las molestias para el que cede el órgano son mínimas. Laparoscopia lo llaman y permite extraer el riñón por aspiración sin apenas daños a través de una incisión mínima, «casi como la de un apendicitis». Por lo pronto, el hospital ha realizado este año seis trasplantes de este tipo y pretende llegar a diciembre con ocho. En esto de la solidaridad las mujeres ganan la batalla, la mayoría de consentimientos lleva firma femenina, pero el doctor Sánchez prefiere hablar de casualidad, aunque los datos reflejan ya una tendencia.

También fue una mujer la que le devolvió la viveza a los ojos de Mónica Padilla hace un año. El nombre de la enfermedad se quedó corto para describir los síntomas que derivaron en un fallo renal que la condenaba a la diálisis y de la que la salvó su madre. Le ha dado la vida dos veces, una por cada vez que ha salido del hospital de su brazo. En muy pocos casos un paciente que va a ser trasplantado llega de la medicación al quirófano sin pasar por la diálisis. «Eso se lo debo a ella y a la rapidez con la que se llevó a cabo el proceso».

Pasar por esta experiencia le cambia la vida a muchos trasplantados, pero Mónica tiene pocas cosas de las que arrepentirse. Con 31 años, profesora de diseño gráfico, cantante de ópera y cientos de proyectos en la cabeza no quedaba ni tiempo ni ganas para empezar a hacer las cosas de otra manera.

«Soy una persona normal que vive su vida tal como la ha elegido. Al fin he dejado de ser una enferma» y para darse cuenta de eso sólo se tomó el tiempo necesario para que la cicatriz dejara de doler y empezara a picar, síntoma de la mejoría.Tampoco le ganó terreno el miedo al trasplante ni al posoperatorio. «Fue un paréntesis y no tuve dolores ni molestias». Tampoco su madre, que considera que el sacrificio ya venía con el cargo, «por un hijo se hace cualquier cosa», comenta a sus amigas cuando le preguntan por la experiencia.

Nuevos diseños, una navidad en Londres y más adelante hasta un hijo, ¿por qué no? Todo forma parte del proyecto de futuro de Mónica, que está convencido de que la vida es mucho mejor cuando se regala vida -ahí envía el aviso a los indecisos-. Cada trasplante solidario garantiza una oportunidad y en eso hasta los obispos están de acuerdo.