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Fiesta a celebrar

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a Fiesta Nacional se celebró ayer en un clima de normalidad que no pudieron alterar ni quienes en algunas ciudades catalanas parecieron citarse para dar rienda suelta a la confrontación entre extremos ideológicos en absoluto representativos de la pluralidad social, ni aquellos que de seguro hubiesen querido violentar la jornada con sus consabidas demostraciones de terror. El hecho de que el 12 de octubre se conmemore con un desfile de las Fuerzas Armadas y con la tradicional recepción por parte de los Reyes puede reducir en exceso su importancia y la vivencia ciudadana del Día de la Fiesta Nacional. Aunque ello también es el reflejo de una sociedad que se ha habituado a proyectar sus sentimientos de pertenencia e identidad mediante manifestaciones muy diversas a lo largo del año como expresión, también, de una pluralidad que no sólo expresa diferencias y matices territoriales, sino que está presente tanto en el seno de cada comunidad autónoma como en la concepción que cada español alberga de lo nacional. Qué decir de la dimensión iberoamericana de la jornada festiva, cuando una parte creciente de los habitantes de España procede del otro lado del Atlántico y quiere, legítimamente, ser intérprete de su propia historia y expresar en primera persona las razones de su vinculación con este país. Sería probablemente inconveniente tratar de realzar la celebración de la Fiesta Nacional con más iniciativas institucionales que pudieran aparecer artificiosas o distanciadas de la pulsión social. Pero, como ocurre en tantos países democráticos, tampoco estaría de más que, partiendo inicialmente de las propias instituciones, en años sucesivos pudiera darse cauce a actos y encuentros de variada naturaleza que permitan a aquellos ciudadanos que lo deseen unirse públicamente a la celebración del 12 de octubre.