PACIENTES. Alrededor de 50.000 gaditanos sufren alguna enfermedad mental. / ÓSCAR CHAMORRO
CÁDIZ

Las voces de la esquizofrenia

Pablo y María del Mar son dos hermanos gaditanos, de tan sólo 33 y 38 años, que sufren esta enfermedad mental desde la adolescencia

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Para Pablo, todo comenzó el día que murió su hermano de 17 años. El cáncer se lo llevó cuando se encontraba en la flor de la vida, y los caprichos del destino hicieron que a Carmen, su madre, le arrebataran en ese mismo momento a otro de sus varones. Desde que ocurrió, Pablo no pudo recuperar su día a día, el de cualquier niño de 14 años. Los primeros síntomas fueron los de cualquier depresión, esos que sufren casi 50.000 gaditanos en la actualidad, y que no tienen por qué desembocar en un problema mayor. Dejó de comer, de beber y de dormir. No paraba de preguntar que cuando regresaba su hermano, y después comenzó a escuchar voces que le decían cosas al oído.

La agresividad y su conducta hicieron temer algo peor, y así lo confirmó el médico cuando el joven tuvo que ser ingresado por un brote importante. Le diagnosticaron esquizofrenia. A partir de ahí, la familia de Pablo se ha volcado para que su hijo reciba los mismos estudios y disfrute de las mismas cosas que el resto. Igual que con María del Mar, otra de las hijas, que también desarrolló esta enfermedad algunos años más tarde.

Carmen y sus hermanos han tenido que enfrentarse al problema desde hace muchos años y hoy en día siguen solos ante esta situación. Sólo la asociación de enfermos mentales Afemen les ha dado la posibilidad de que sus hijos reciban las terapias necesarias para el control de su enfermedad. «Estamos solos y nos preocupa qué pasará mañana, cuando no estén mis padres», comenta otra de las hermanas.

Pablo también es consciente de su enfermedad pero quiere sentirse integrado y por eso, lo único que pide es un trabajo para poder tener dinero para sus gastos. «Quiero comprarme una moto, un coche y una guitarra eléctrica», asegura el joven, que en estos momentos sigue su labor de formación en un curso de restauración de muebles.

También recuerda que aunque no puede estudiar como cualquier otra persona, «con voluntad me puedo sacar lo que quiera». De hecho, aprobó los cuatro cursos del ciclo de abaniquería de Bellas Artes y obtuvo el diploma deseado. «Ahí me sentí muy bien porque mis compañeros me ayudaron a integrarme», comenta.

El joven también desarrolla una vida normal a la hora de colaborar en las tareas del hogar. «Yo hago la cama, friego, tiendo la ropa, voy a la Plaza y hasta hice la comida para mi familia cuando mi madre estaba ingresada», asegura.

Sin embargo, aún son muchas las carencias que los enfermos mentales tienen hoy en día. La mayoría tiene que vivir con la familia, ya que en la provincia de Cádiz sólo hay disponibles 103 camas, de las cuales 73 son sólo para ingresos breves. Por eso, una de las principales demandas de las asociaciones de enfermos mentales es la creación de más plazas para poder internar a los pacientes más problemáticos.

nagrafojo@lavozdigital.es