CHARLA. El Casino Gaditano fue el escenario elegido para la conferencia del Premio Príncipe de Asturias. / ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Darwin no estaba solo

Santiago Grisolía rinde homenaje a los autores de la teoría de la evolución en una conferencia del Foro Cádiz 2012

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A la postre, Darwin se llevó la gloria, pero también la furia de los neocons, que hoy cuestionan, incluso, lo que hasta Juan Pablo II tuvo que admitir: que nuestros antepasados eran monos y no se llamaban precisamente Adán y Eva.

El bioquímico y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, Santiago Grisolía, vino a Cádiz ayer a arrojar luz sobre la teoría de la evolución de Charles Darwin, el científico que se ha convertido en el objeto de los ataques del creacionismo. Lo hizo invitado por el Foro Cádiz 2012, que periódicamente invita a personajes relevantes del mundo de la ciencia, economía y muchos otros campos, para que ofrezcan su visión sobre algún tema en concreto.

Y Grisolía no defraudó. Al menos, al que se acercó al Casino Gaditano buscando información sobre lo que fue la selección natural y la presentación de esta teoría ante la Royal Society hace ya 150 años. Sus autores fueron el propio Darwin y Alfred Wallace y ésa fue precisamente una de las primeras dudas que el bioquímico despejó para los no versados: Darwin no estaba solo. Y aún más: antes que Darwin el español Félix de Azara ya se anticipó a él al plantear la evolución de las especies.

Así que la primera parada de Grisolía fue, precisamente, en la vida de De Azara. Militar, nacido en Huesca, fue enviado a América del Sur en el año 1746 para delimitar las fronteras entre los territorios españoles y portugueses. Allí permaneció 20 años y se dedicó a estudiar la naturaleza.

Como explicó el Premio Príncipe de Asturias, Darwin conoció el trabajo de Félix de Azara, quien por cierto -reveló- llegó a ser tan popular a su vuelta a España que hasta Goya le retrató.

Tras presentar al estudioso español, llegó el turno de Alfred Wallace, nacido en 1823, «cien años antes de que yo lo hiciera», recordó el conferenciante. Grisolía pintó a Wallace como un aventurero, un hombre que fue capaz de sobrevivir cuatro años en el Amazonas vendiendo piezas de caza. De allí saltó a Asia, desde donde le envió una carta a Darwin con sus ideas. Cuando Charles Darwin leyó aquel informe titulado Sobre la tendencia de las variedades a separarse continuamente del tipo original, se dio cuenta de que estaba ante el mejor resumen de las ideas que él llevaba gestando veinte años.

Acuerdo entre caballeros

Ironías y sorpresas de la vida, ambos hombres acabaron llegando a un acuerdo: Wallace consiguió que se difundiera la teoría de la evolución y Darwin que se le atribuyera la autoría principal. A Wallace, no se le enterró como a Darwin en la Abadía de Westminster ni tuvo nunca su fama. A cambio, recordó el bioquímico, «tampoco fue objeto de las caricaturas, bromas y acoso que Darwin sufrió de los creacionistas. Desde entonces, destacó, éstos han cambiado de nombre (Miembros del Diseño Inteligente se hacen llamar) pero no de objetivos. En algunas escuelas norteamericanas (en los centros protestantes privados) se imponen sus postulados. Detrás de ellos está el dinero de los fundamentalistas, apostilló el científico.

mcaballero@lavozdigital.es