Senna celebra el tanto.
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Marcos Senna desatasca al Villarreal a balón parado

No necesitó hacer un partido notable el Villarreal para desembarazarse del correoso Celtic y acostarse colíder de la Champions junto al Mánchester. Tuvo suficiente con mantener su estilo, ser paciente y esperar a que una falta lanzada con maestría por Senna acabase con la resistencia de Boruc, un buen guardameta de la vieja escuela polaca que lideró en su día Tomaszewski.

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El Villarreal de Pellegrini nunca cambia su fórmula. Está casado con un tipo de fútbol de toque, pausado, a la sudamericana y es fiel a él en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida. Gane, pierda o empate, no se descompone. Juega igual, casi de memoria, y espera su momento. A veces desespera al impetuoso aficionado español que exige más ritmo, más velocidad, pero no le va mal con su modelo.

Ante el Celtic, se trataba de madurar al rival, de jugar con suma paciencia, sin precipitación. Seguridad atrás, circulación en el medio, y esperar el momento arriba. Unas premisas tan viejas como el fútbol. Costó pero se consiguió. Ciertamente, en toda la primera parte el submarino amarillo apenas emergió. Sólo destacó una preciosa combinación entre Ángel y Cazorla que acabó con un centro del asturiano acompañado de un disparo de Rossi que hizo lucirse al polaco Boruc.

Los escoceses no se veían apurados e incluso mostraron sus garras para intentar someter al adversario. De pronto, Godín midió mal en la anticipación, el griego Samaras avanzó y se plantó solo ante Diego López, que le adivinó la intención.

Pasaban los minutos, el resultado peligraba, pero los de La Plana seguían a lo suyo. Cada vez tenían más balón, cada vez controlaban más Pirés, Eguren y Senna, y sólo era cuestión de esperar. Llegó una falta y el hispano-brasileño no perdonó. A partir de ahí, salió Ibagaza y el Villarreal debió aumentar la renta. El premio a un guión.