ITALIANO. Cesare Pavese. / L. V.
Cultura

Lugares interiores

Cien años después de su nacimento, la literatura de Cesare Pavese mantiene su fuerza desesperada

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«Los suicidios son homicidios tímidos. Masoquismo en vez de sadismo». Así comienza Cesare Pavese la entrada de su diario correspondiente al 17 de agosto de 1950. A continuación, hace balance del año y llega a dos conclusiones: profesionalmente todo marcha bien -«en mi oficio soy rey»- y está desesperado. Se trata de una clase de desesperación que conoce. Le ha acompañado durante gran parte de su vida: una profunda angustia existencial intensificada por un nuevo fracaso amoroso. «He ignorado durante unos años mis taras, he vivido como si no existiesen. He sido estoico. ¿Era heroísmo? No, no me ha costado nada. Y luego, al primer asalto de la inquieta acongojada, he vuelto a caer en las arenas movedizas». Al día siguiente, Pavese añade a sus diarios unas pocas líneas que pasarán a formar parte de su leyenda. De nuevo, el suicidio: «Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo hay mujercitas que lo han hecho. Hace falta humildad, no orgullo. Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más».Nueve días después, se quita la vida en la habitación 346 del hotel Roma de Turín. Sobredosis de somníferos. Antes de tomarlos, escribe una nota que coloca entre las páginas de un ejemplar de uno de sus libros, los Diálogos con Leucó: «Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Está bien? No cotilleéis demasiado».

Destierro y desamor

En el momento de su muerte, Cesare Pavese tenía 42 años. Había nacido en septiembre de 1908 -hace exactamente un siglo- en un pequeño pueblo del Piamonte. Estudió en Turín y completó su licenciatura en Letras en 1930, con una tesis sobre Walt Whitman. Tras terminar la universidad, comenzó a ganarse la vida como profesor de inglés y traductor de Melville, Sinclair Lewis, Edgar Lee Masters o Sherwood Anderson.

En 1935 fue detenido y condenado por conspiración política. El régimen de Mussolini controlaba a los intelectuales susceptibles de ser antifascistas y Pavese cayó por ayudar a una mujer de la que estaba enamorado, «la mujer de la voz ronca» de los poemas de su primer libro, Trabajar cansa. Se trataba de una dirigente comunista que, al saberse vigilada, le pidió a Pavese que recogiese su correspondencia.

Predestinado a mezclar el amor con la fatalidad, aceptó sin pensárselo. Fue descubierto, encarcelado y recluido en un pueblecito llamado Brancaleone. Cuando terminó su condena, supo que la mujer de la voz ronca se había casado con otro. Pavese se desplomó en plena calle.

Como método para superar la angustia, redobló el esfuerzo que destinaba a la escritura y la traducción. Familiarizado con la vida del campo, disfrutaba de la satisfacción física del trabajo bien hecho. En los primeros cuarenta, publicó libros como La cárcel, De tu tierra y La playa. Fueron ventanas abiertas a la modernidad en el oscuro caserón de la Italia fascista. Los lectores encontraron en él algo novedoso: una manera de reproducir la realidad al tiempo sencilla y minuciosa, imaginativa y melancólica. Sus libros contaban historias próximas y saltaban del campo a la ciudad conservando intacta una poderosa aleación de verosimilitud, fantasía y simbolismo. Tras la guerra, publicó una segunda remesa de libros -El camarada, Diálogos con Leucó, Antes que cante el gallo- que le proporcionaron un éxito creciente.

Su forma de entender la literatura rompió con el hermetismo y la prosa artística de las primeras décadas del siglo XX italiano. En su cabeza convivían los viejos maestros -desde los griegos a Shakespeare y Leopardi- y los mejores anglosajones: Dickens, Faulkner, Hemingway. Aspiraba a acercarse a los clásicos como si fuesen contemporáneos y a los grandes contemporáneos como si fuesen clásicos.

Mientras desempeñaba su doble papel de artista y mandarín, dejó el rastro de su peripecia íntima en un diario que arranca en 1935 y llega hasta unos días antes de su muerte. Se trata de El oficio de vivir, una especie de obra maestra involuntaria que participa de la autobiografía, el ensayo literario, el cuaderno de apuntes y la «antología de lugares interiores».

El autorretrato que Pavese dibuja en este libro es intenso y demoledor. En él queda registrada su agudeza intelectual y su amplia cultura, pero también su fragilidad, su profundo miedo a la soledad y su absoluta dependencia de las mujeres, a las que fue capaz de idolatrar y odiar de una forma exagerada y simultánea. Se cree que su suicidio estuvo directamente relacionado con un nuevo desengaño amoroso. Constance Dowling, una actriz norteamericana que llegó a Italia huyendo de Hollywood, rechazó sus proposiciones matrimoniales. El resto es conocido.

En la habitación 346 del hotel Roma apareció una carpeta con los poemas que compondrían Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Todos estaban dedicados a Constance. Su amigo Italo Calvino se encargó de que viesen la luz. Otra de sus compañeras en Einaudi, Natalia Ginzburg, le recordaría años después en su magnífico Retrato de un amigo.