SALIDA. La calle enlaza con la cuesta de las Calesas. / NURIA REINA
CÁDIZ

Abandonada por el comercio y sus vecinos

La calle Mirador continúa con numerosas obras de rehabilitación, aunque mantiene su espíritu comercial

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Hasta hace poco la mañana en Mirador comenzaba cuando la furgoneta de Melchor González y Teo Jiménez descargaba la fruta y verdura del día, lista para enriquecer los potajes de sus vecinas. Los niños, al colegio Campo del Sur y, mientras, las mujeres más madrugadoras barrían y fregaban con ímpetu los adoquines de la de su calle para que relucieran bien limpios.

Hoy la estampa ha cambiado. Ahora predomina el ruido de tractores y excavadoras, de albañiles y trabajadores de la construcción que se afanan por terminar las obras de rehabilitación que parecen interminables. Se trata de un proceso de remodelación de las fincas de la calle que pronto dará sus frutos. Los vecinos confían en recuperar pronto la alegría y belleza características de su calle.

Cuna de grandes artistas flamencos como Enrique El Mellizo o Macandé, Mirador es además una de las calles principales de la Ruta Flamenca del Barrio Santa María que organiza la delegación municipal de Turismo del Ayuntamiento de Cádiz.

A pesar del atractivo turístico de esta calle, la Asociación de Comerciantes del barrio de Santa María da cuenta de la falta de nueva población en la zona. Desde que se inició el programa de rehabilitación de viviendas, Mirador se ha quedado casi desierto. La mayoría de las familias tuvieron que trasladarse a otros barrios, aunque ahora han comenzado a regresar poco a poco. Por otro lado, los vecinos apuestan por rejuvenecer la calle gracias a la llegada de nuevos moradores a las fincas del plan de viviendas para jóvenes de Procasa. Sin embargo, algunos coinciden en que no son suficientes.

Faltan comercios

Mirador no tiene actualmente ningún comercio abierto. Los únicos que allí sobrevivían eran Melchor González y Teo Jiménez, y su frutería Mirador. Las obras de rehabilitación que la Junta de Andalucía está realizando en su finca les ha obligado a buscar temporalmente otro local donde poder atender a sus clientes en la calle Botica. Un local amplio, donde la luz es la gran protagonista y los clientes se sienten como en casa. Incluso en Botica mantienen el espíritu de Mirador a la entrada de su comercio con una placa que dice: «Lo dicen en Conil, en Cai y Nueva York, Mirador nunca será lo que fue sin la frutería Mirador».

Ahora ellos han ganado nuevos amigos. A los que acudían a la calle Mirador a comprar, se unen los que viven en las viviendas próximas a la frutería provisional, donde el color de frutos, el olor de las plantas, el talle de los espárragos y el sabor de las aceitunas que traen del campo hacen de este local un lugar muy especial en Santa María.

Otro gran conocedor de la calle Mirador y del barrio de Santa María es Antonio Septiem, presidente de Cosama. Antonio anima a los empresarios a invertir en el barrio y a que abran sus establecimientos en la calle Botica, en Santa María o en el mismo Mirador. Además, ha propuesto a la Oficina de Rehabilitación de la Junta de Andalucía que «en las obras de rehabilitación de las fincas no deje los bajos vacíos, sino que habiliten locales comerciales a un precio asequible para los interesados».

En algunos edificios recuperados sí se ha seguido esta iniciativa y ya algunos cuentan con una frutería o con una tienda de alimentación. Sin embargo, Mirador se caracteriza por tener varios locales vacíos o, simplemente, abandonados.

Hubo tiempos mejores cuando la juventud se reunía en la calle a cantar carnavales y flamenco y Mirador contaba con numerosos comercios como los bares El Americano y La Navarra, la panadería Yeyo, la droguería de los Almacenes Oliva, las chucherías que vendía la Jorobá, los ultramarinos de Antonio y Ataulfo, este último era conocido por ser unos de los chicucos más limpios del barrio.

Aquellos tiempos...

Los vecinos recuerdan con cariño aquellos tiempos en los que «todos estábamos en la calle», comenta Manuela mientras pasa el tiempo jugando con su nieto en su patio adornado con hermosas vides cargadas de uvas negras. Ahora «la calle está muerta», comenta Margarita Orego junto a sus amigas Etelvina Baena y María Malo. Ellas se reúnen en el cruce entre Mirador y Botica cada vez que vienen de la compra. Las tres recuerdan cuando los vecinos pasaban las tardes entados en las puertas «con la fresquita» mientras los niños jugaban. Ahora ya no se puede «porque nos molesta todo (el ruido)», afirma Septiem.

Lo que hace falta es que Mirador pronto vuelva a poblarse y llegue a ser lo que fue, porque ahora los vecinos gozan de unas comodidades de las que antes carecían. Eduardo Lumpié escribió en este periódico una vez: «Si los que faltan pudiesen ver sus casas con cuartos de baño y ascensores no se lo creerían».Ya queda menos.