RETRASO. Los soldados rusos se retiran poco a poco hasta la ciudad de Senaki. / REUTERS
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«Esto es territorio oseta»

Los blindados rusos bloquean los accesos al norte y oeste de Georgia

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«¿Daos la vuelta inmediatamente! Esto es territorio oseta y sólo los rusos y los periodistas de países no pertenecientes a la OTAN son bienvenidos». Soldados sucios, con zapatillas deportivas y ojos cansados custodian el puesto de control de Ergeneti, la puerta de Tsjinvali si se viaja desde el lado georgiano. Los primeros edificios de la capital de Osetia del Sur están justo a unos metros de esta especie de búnker de cemento gris de donde sobresale una ametralladora que encañona a cada vehículo antes de preguntar a sus ocupantes.

El acceso a Osetia del Sur permanece bloqueado por rusos y osetas. Los veintiséis kilómetros que separan la ayer liberada Gori siguen bajo control absoluto de unos rusos que, si bien quitaron sus puestos de control a la entrada de la ciudad más importante del país, no hicieron lo propio con los que se encuentran en su salida hacia el norte. Los tanques siguen bloqueando el paso en Karaleti y el movimiento de tropas es constante en esta franja en la que los mandos rusos pretenden desplegar ahora su «fuerza de paz».

Pueblos abandonados, casas quemadas, tiendas desvalijadas, coches calcinados y ancianos deambulando de un lado a otro. Gente mayor con una increíble habilidad para camuflarse cada vez que oyen acercarse un tanque de Moscú. Pese a que el Kremlin insiste en que el repliegue ha concluido, sobre el terreno no cesa el ir y venir de blindados, y el sonido de explosiones sigue rompiendo el silencio de un paisaje donde el olor a muerte impregna cada metro cuadrado.

Ni rastro de policías o soldados georgianos. Esperan su turno en Gori, donde ya han recuperado las riendas de la seguridad. Filas de recién estrenados vehículos Toyota esperan en el arcén a que los rusos levanten el control de Karaleti para acercarse unos kilómetros más a Osetia. Los supervivientes de esta auténtica línea del frente siguen los acontecimientos a través de un canal ruso de televisión, que es el único que se sintoniza después de que los soldados del Kremlin volaran el repetidor local. Viven también pendientes de la radio, cuyos servicios informativos en Georgia son un auténtico parte de guerra.

Televisión local

Si en el norte no se puede aún hablar de retirada, en el oeste del país las tropas de Moscú permanecen en el puerto de Poti, en el mar Negro, donde se concentraron más de mil personas para exigir su salida inmediata. La televisión local aseguró que se había producido la retirada de la base aérea de Senaki, pero informó de que no se habían movido los puestos de control en Teklati y Nabada, con lo que la carretera que une Tiflis con la costa sigue una jornada más en manos rusas.

El presidente Saakashvili calificó positivamente el movimiento ruso, cuya única razón para salir cuanto antes de Georgia ha sido «la enorme presión ejercida por la comunidad internacional».

Pese a lo positivo del repliegue ruso, el mandatario optó por prolongar el estado de guerra durante las dos próximas semanas y aseguró que «el problema no ha terminado. Para restaurar la unidad interna del país será imprescindible la llegada de pacificadores venidos del extranjero».

Las palabras de Saakashvili suenan muy lejanas en el puesto de control de Ergeneti, aunque se encuentre a tan sólo ochenta kilómetros de Tiflis. «¿Pedid a vuestro presidente asesino que venga a abriros el paso!», «¿cómo os atrevéis después de haber bombardeado nuestras casas a poner un pie aquí?», son las mejores frases que los milicianos osetas dedican a los georgianos. En el lado georgiano, no cesa el rosario de desplazados que huyen de la zona bajo control enemigo. El presidente de Osetia del Sur, Eduard Kokoity, aseguró que «no habrá lugar para enclaves georgianos en nuestro territorio».