ESFUERZO. Chilla ejecuta uno de sus lanzamientos. / EFE
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Mercedes Chilla acaba novena en la gran final

La gaditana lanzó sólo hasta los 58 metros, muy lejos de su mejor marca personal y de las medallas

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Mercedes Chilla es una pionera. Se convirtió en la primera lanzadora española en una final olímpica, como hace dos años lo fue en un Europeo, donde ganó, además, una medalla. Pero esta vez se quedó en el noveno puesto, sin opciones para entrar en la mejora final.

Su mejor tiro fue de 58,13 metros. La jerezana empezó su concurso en la final con un lanzamiento nulo, seguido de uno de 57,94 que momentáneamente le daba el octavo puesto, el último de acceso a la mejora. Pero su tercer tiro, de 58,14, no le permitió conservar la posición.

Ruth Beitia se batió por un puesto en la final de altura y logró su objetivo con más facilidad, incluso, que la gran favorita, Blanka Vlasic, que a diferencia de la española cometió un fallo con el listón en 1,93 metros. Cuando quedaban quince atletas, tras haber superado esta última altura, los jueces decidieron que todas pasaran a la final, sin esperar a que alturas superiores seleccionaran a las doce finalistas.

Vasco la rozó

Ella misma se lo dijo todo al acabar su prueba de los 20 kilómetros marcha. «¿Dirán que mi quinto puesto es una decepción? Yo también estoy decepcionada porque venía para medalla». Una más, y una más que no consiguen los atletas españoles, aunque a María Vasco no se le puede pedir más: quinto puesto, récord de España (1h.17:25), y todo ello en medio de una lluvia torrencial.

Los dos logros de la marchadora catalana, más el sexto puesto de Beatriz Pascual (1h.27:44) fue lo más positivo del día. Lo negativo estuvo en que Vasco fue medalla de bronce en el kilómetro 18, pero ahí sucumbió al fuerte ritmo que se impuso a esta carrera. «Me he encontrado muy mal durante toda la competición y no sé ni cómo he aguantado ni cómo he podido hacer récord de España. Al final me ha faltado el último cambio», dijo.

La vencedora fue la rusa Olga Kaniskina, intratable desde que ganó la plata en el Europeo de Gotemburo 2006. Dio una nueva demostración de fuerza con una exhibición física espectacular desde la salida. La plata fue para la noruega Kjersti Platzer, antigua corredora de fondo y madre de una niña de diez años, y el bronce para la italiana Elisa Rigaudo.

María Vasco peleó casi hasta el final, aunque reconoció que no tenía fuerzas. «Para motivarme pensaba en cosas positivas», dijo. El primer ataque lo dio Turava en el kilómetro 10, lo que acabó con otra de las favoritas, la rusa Tatiana Kalmykova. Platzer y Vasco optaron por tratar de seguir a Turava, pero ésta comenzó a abrir hueco, aunque, en cambio, apenas conseguía recortar a Kaniskina. A cuatro kilómetros de la meta la rusa se sabía campeona, en tanto que Turava comenzaba a sentirse mal y caminaba a 59 segundos de la rusa, mientras que Platzer y Vasco no cedían y buscaban la plata (a 1.09). Pero Turava pagó su esfuerzo y a falta de dos kilómetros para la meta se hundió definitivamente. En ese momento, María Vasco era medalla de bronce. Pero la catalana se atascó en los dos últimos kilómetros y bajó hasta el quinto puesto, sin que pudiese hacer nada por remediarlo. Kaniskina entró triunfadora, igual que había salido, del estadio. Platzer pudo mantener su segunda posición y la italiana Rigaudo se ganó un gran bronce.