A TODA VELA. Antón Paz, a la izquierda, y Fernando Echávarri aprovechan el viento al límite camino de la medalla de oro que lograron ayer. / AP
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Como tornados

Echávarri y Paz suman el cuarto oro para España, que ya supera los metales dorados de Atenas

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Son los mejores regatistas del mundo, y no lo dicen sólo los aficionados españoles, sino también la ISAF. Son campeones olímpicos, del mundo, de Europa y de la humanidad. «Lo primero, recordar a las víctimas del accidente de avión de Barajas. Esta medalla (de oro) está dedicada a ellos. Estamos consternados y hemos salido muy tristes a regatear». Ésas fueron las primeras palabras de Fernando Echávarri nada más desembarcar de su Tornado. Su semblante era serio, como el de Antón Paz, el hombre de acero que no se inmuta por nada, y estaba muy claro que las víctimas y sus familiares estaban más en sus mentes que la gloria olímpica que acababan de conseguir. La regata de ayer fue una de las mejores de esta pareja. Y la primera que vieron el padre y la madre de Antón en directo. Fue una actuación que confirmó que ese primer puesto que consiguieron la primera jornada y que no han soltado en ningún momento no era flor de un día.

Hablar con Fernando de triunfalismos es fastidiarle el día. Siempre tiene la cabeza fría y el corazón caliente. «Hasta el rabo todo es toro. No me hables de medallas ahora», decía días atrás. Ayer el dúo salió al campo de regatas con la cabeza fría, muy metida en la prueba. Y firmó la que todo campeón sueña con hacer, primeros y ganando el barlovento con los rivales tapados y obligados a virar. Los australianos, que eran los más peligrosos a priori, se marcharon por la izquierda a buscar la ayuda de la Virgen de Covadonga, porque sabían que de nada les iba a servir controlar al Tornado español.

Ceñida espectacular

Primera ceñida espectacular, perfecta y con velocidad. España, primera en barlovento. Media medalla de oro en el bolsillo. Los ingleses, para variar, apretando por detrás. «Pasa amigo, que no tengo ninguna prisa». Los australianos llegan últimos a la baliza y los argentinos, penúltimos. La otra mitad de la medalla en el cuello. Sólo era cuestión de marcar un poco al personal, como le gusta al 'caprichoso' de Fernando. Uno por la derecha (Australia) y otro por la izquierda (Argentina), y España, en el pasillo dándose un homenaje de gloria. «Que no se mueva nadie por los flancos, que esto se va acabando». «Aflojamos en la popa, Antón, que nos vamos a salir del campo de regatas o podemos volcar». Antón Paz, para muchos el mejor tripulante del mundo, sabía lo que se jugaba. «Abro 'spi' y nos dejamos llevar». En sotavento, terceros, pero con los rivales por detrás. Vuelca Alemania, pero Fernando y Antón no se dan ni cuenta y siguen su ceñida con un poco menos de velocidad. «Hemos cogido algas o un plástico. Vamos a virar». Problema arreglado, y a seguir navegando. «¿Dónde están los australianos?», pregunta entonces Fernando. «Por la popa», le guía Antón.

Nueva virada en barlovento, cuartos, y tras dos millas más, al podio. Australia se conforma con la plata porque hace las mismas maniobras que España y ha dejado de luchar porque no se fía de romper algo y quedarse sin metal. Argentina ya iba muy por detrás celebrando el bronce. Una, dos, tres... planeadas con el 'spinakker' suelto por si las moscas e Inglaterra gana la regata.

España entra cuarto; Australia, quinto; y Argentina, sexto. Puños en alto y mirada al cielo. Barajas, las víctimas del accidente aéreo, siguen en sus cabezas. En el espigón del Puerto de Qingdao, se deja notar la algarabía de los miembros del equipo que quedan en la Villa Olímpica, encabezados por Jane Abascal y Toni Ripoll, entrenador de Fernando Echávarri y Antón Paz, que también lo fue de Theresa Zabell.

Luto de los campeones

Como los campeones de verdad, dejan que sus rivales arriben primero. Ellos no tienen ninguna prisa y entran ciñendo y dando bordos. Uno, dos, tres... y al cajón. Todos al agua a celebrarlo. España había logrado su decimoprimera medalla de oro de la historia de la vela, la cuarta de este color en Pekín, con lo que supera la cifra de Atenas 2004. Fue la última de la clase Tornado, que deja de ser olímpica; o al menos eso es lo que asegura la ISAF.

Felicitaciones de todos los equipos y fotos con sus rivales. La flota les quiere de verdad. «Pasamos el control antidopaje y vamos al podio, pero queremos ir con alguna señal de duelo, así que inventad algo por favor», decían los protagonistas. En el centro del podio y con brazaletes negros en sus brazos izquierdos, haciendo oídos sordos a la decisión del COI, que prohibió a la delegación española este gesto, Fernando y Antón escucharon mirando al cielo el himno de España. Nadie les quitó la tristeza que provoca una catástrofe de tanta magnitud. Eran campeones, pero les dolía el corazón. Luego, Echávarri dijo que «para obtener esta medalla» habían «peleado lo que no está escrito.