CÁDIZ

«Apúntamelo, que mañana te lo pago»

La falta de confianza y los nuevos hábitos acaban con la costumbre de fiar en los ultramarinos de Cádiz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«Dice mi madre que te apuntes una barra de pan y una docena de huevos». ¿Quién no recuerda en su infancia o en sus años mozos cuando bajaba a la tienda de siempre y pedía su merienda sin pagar una peseta? Parecía imposible, pero era habitual en los antiguos coloniales de Cádiz.

Lo que entonces no se sabía es que las madres tenían un pacto previo con el tendero que además era vecino del barrio. El acuerdo quedaba reflejado en una humilde libreta o una interminable lista que guardaban con recelo, hasta que llegara la hora de ajustar cuentas. Aceite, leche azúcar, garbanzos... lo que más se demandaba entre la clientela eran los productos de primera necesidad. El día en que se cobraba la paga, se acudía corriendo a borrar todas las anotaciones de deudas que uno acumulaba en la socorrida libreta. Era buena señal, ya no eras un moroso. Y es que antes de que llegaran las grandes superficies, los supermercados, el reparto a domicilio o el pago con tarjeta de crédito, el sistema de compra funcionaba de esta manera.

Hoy en día el tendero ya no se fía ni nadie confía en el resto. No se quiere correr ese riesgo de quedarse sin el dinero que le corresponde. Muchos chicucos de Cádiz se niegan a continuar con esta tradición de épocas pasadas y el resto lo mantienen a duras penas adaptándose a los nuevos tiempos y, sobre todo, a las necesidades del cliente.

Los almacenes y tiendas de comestibles han quedado relegados a la venta de los desavíos, de aquello que se nos ha olvidado comprar a última hora. Por eso, muchos de ellos, optan por abrir a primera hora de la mañana y a cerrar bien entrada la noche, cuando los supermercados ya han echado la persiana. Una barra de pan, un helado, pan rallao, hielo, un litro de cerveza, lo que sea. Otra manera de buscarse la vida ha sido incluir otro tipo de productos como es la comida para llevar. Los comercientes se convierten además en cocineros y elaboran bocadillos fríos y calientes, venden empanadas de todos los sabores y pastelería casera. También son muy apreciados los productos artesanos traídos de los pueblos de la Sierra, como los quesos y los embutidos. Es entonces cuando se convierten en verdaderos restaurantes de comida rápida. Eso sí, sin fiar.

En estos tiempos que corren, la tradicional libreta de cuentas tiene los días contados. Algún día será guardada en la retina de nuestra memoria.