La gimnasia tiene en Deferr a su mejor baluarte. / EFE
Sus 13 años en la alta competición han dejado huella

La incógnita Gervasio Deferr

en su cuerpo pero hoy comienza una nueva batalla

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Su temporada había sembrado muchas dudas. Tantas que el seleccionador nacional, Álvaro Montesinos, retrasó su idea inicial de dar la selección tras el Campeonato de España, porque había visto algunas cosas que no le acabaron de convencer. A primeros de julio, nadie aseguraba en la Federación Española de Gimnasia que Gervasio Deferr fuese uno de los olímpicos en Pekín.

Una vez aquí, tampoco pintan bien las cosas en la víspera de la competición. «En los cinco primeros días no he podido dormir nada por el cambio horario, el calor es agobiante y casi no se puede ni respirar, y he acusado mucho los cambios bruscos que hay de temperatura», dice para justificar un entrenamiento «que no me ha salido como yo hubiese querido».

Aunque nadie duda de su fuerza mental y de que es un gimnasta que se crece en la competición, está claro que ya no es el de antes y, aunque mantiene viva la esperanza de hacer historia en la gimnasia -de conseguir el oro en salto igualaría la marca de la rusa Larissa Latynina, la única en ganar tres oros consecutivos (1956, 60 y 64) en una misma especialidad (suelo)- él mismo presenta su cara realista cuando dice que «si no gano una medalla no pasa nada, porque lo importante es que ocho años después de Sidney esté aquí».

Fuerza física y mental

Definido por el propio Álvaro Montesinos como «un portento físico y una increíble fortaleza psicológica», Deferr presenta una lucha entre su cuerpo y su mente. Ésta le da argumentos para mantener viva su motivación y seguir en la competición, pero aquel le pasa factura continuamente en sus hombros (operado varias veces), muñecas (tuvo que competir infiltrado en el último Mundial) y espalda (fuerte dolor en cada caída).

«Ha habido más carga de trabajo en este tiempo, más lesiones, más rehabilitación, pero también más experiencia. El estado de ánimo también ha sido diferente. En Sidney todo era muy especial, mi entrenador y yo sabíamos que podíamos ganar y la ilusión era enorme». El siguiente ciclo fue muy duro por las lesiones y su positivo por cannabis. Pero un esprint de cuatro meses le metió en el equipo olímpico. En éste ha tenido que parar más veces de las pensadas.

Ya en Pekín, su desafío es doble. Primero está el individual y cuando se le pregunta qué medalla, de conseguirla, le haría más ilusión si la de salto o la de suelo, duda. «Si ganase en salto sería el tercer oro consecutivo, toda una marca en la gimnasia. Si fuese la de suelo podría decir que me lo merezco, que por fin lo he conseguido». Es su asignatura pendiente a un ejercicio que «sólo» le ha valido la plata en los mundiales de 1999 y 2007. Él ha apostado en Pekín por el suelo y de hecho su actuación en salto será para ayudar al conjunto.

El segundo objetivo es el colectivo, «ayudar al equipo para meterse en la final de los ocho mejores, lo que no hemos conseguido nunca. Por eso renuncié a ser el abanderado español. Esto es una guerra y vamos a luchar».

Para el equipo masculino español, el objetivo en la jornada inaugural de mañana es triple: estar entre los ocho primeros equipos y entrar en la final; conseguir que Rafa Martínez y Sergio Muñoz, entren en la final del concurso individual, y que Deferr se clasifique para la final individual de suelo.