Opinion

Retirada incierta

El anuncio del primer ministro israelí, Ehud Olmert, de que abandonará su cargo una vez que su partido elija a su sucesor consuma la situación difícilmente sostenible en que se encontraba el líder hebreo ante las investigaciones judiciales en su contra por abuso de poder, favoritismo y corrupción y la pérdida de apoyo en sus filas, en las que ya se ha desencadenado la pugna por relevarle. Sin embargo, las dificultades para que su sucesor forme un gobierno de coalición antes de final de año y la posibilidad de una forzosa convocatoria de nuevas elecciones sugieren la continuidad interina de Olmert durante varios meses, con la distorsión que tan paradójica coyuntura provoca no sólo sobre la política en Israel, sino también sobre la ralentizada evolución de las negociaciones de paz impulsadas en Anápolis. Los parcos índices de popularidad del primer ministro, su incapacidad para ganarse la confianza de sus interlocutores palestinos y la perjudicial inestabilidad interna que ha generado su decisión urgen una salida que disipe cuanto antes las incertidumbres suscitadas en el país hebreo y en el conjunto de la región.

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Olmert ha asegurado que mantendrá su compromiso con la paz mientras permanezca en su puesto, pero su voluntarismo no puede sobreponerse a su pérdida de legitimidad para proseguir con solvencia con unos contactos abocados a otro período de parálisis. Resultaría excesivo, no obstante, descargar en la retirada del dirigente hebreo la responsabilidad de la buena marcha de unas conversaciones que han avanzado penosamente a pesar de que el ambicioso calendario previsto contemplaba la consecución de un acuerdo sobre la creación de un estado palestino antes de que termine 2008. Un objetivo que seguirá topándose con serios obstáculos mientras no se suture la fractura entre las facciones palestinas.