Editorial

Fracaso y fin

El artefacto que ETA hizo estallar ayer de madrugada en la playa de La Carihuela en Torremolinos, sin producir por fortuna daños personales ni destrozos materiales de importancia, supone la reaparición de la organización terrorista en nuestra comunidad y verifica su disposición a proseguir con su campaña de atentados contra intereses turísticos a pesar y por encima de la creciente fragilidad que presenta su entramado delictivo. El ministro de Interior ha descartado que de la colocación de la bomba en la localidad malagueña y del hallazgo en las proximidades de una mochila con una pistola y material para fabricar explosivos pueda inferirse que la banda etarra cuenta con una infraestructura estable en Andalucía, lo que constituye en sí mismo un motivo de alivio aun cuando los terroristas persistan en su intolerable voluntad de amedrentar a la ciudadanía que disfruta de unos días de asueto en las zonas costeras convertidas en objetivo de su violencia. El nítido contraste entre la sociedad que desarrolla pacíficamente sus actividades cotidianas y la ciega obcecación de quienes pretenden trastocar esa normalidad por la fuerza de las bombas no hace más que subrayar la obsolescencia patética de una organización progresivamente debilitada, como quedó demostrado hace unos días con la desarticulación del complejo Vizcaya.

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Es evidente que con atentados como el de Málaga ETA intenta transmitir la impresión de que mantiene su capacidad para sembrar el terror de modo omnipresente y para sobreponerse a los sucesivos golpes policiales que han minado su fortaleza. Pero aunque los terroristas se empeñen en dejar constancia de que continúan ahí, con sus intenciones intactas, su propio empecinamiento criminal y la cada vez menor posibilidad de condicionar a la sociedad que mayoritariamente les desprecia evidencian el fracaso irremediable de sus aspiraciones de desestabilizar y subvertir el Estado de Derecho. Un Estado de Derecho más obligado que nunca a perseverar en la pronta y definitiva desaparición de la banda etarra, cuya palpable disposición a seguir atentando convierte en estos momentos en extemporánea, inoportuna y contraproducente cualquier mención a fallidas salidas dialogadas frente al imprescindible combate policial, judicial y social que requiere el fin de la violencia.