TRIBUNA

¿A quién le importa Afganistán?

En su gira por Europa el candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU ha llamado la atención sobre la pésima situación en que se encuentra la operación de la OTAN en Afganistán. Desde comienzos de año hay una sensación creciente de que la intervención de la comunidad internacional está perdiendo terreno. Cabe preguntarse por qué la comunidad internacional, con sus recursos casi infinitos, lo tiene tan difícil para cumplir sus objetivos en un país de 27 millones de personas. Pero, ¿tiene importancia Afganistán para nosotros? ¿Por qué algunos países, entre ellos España, no quieren comprometerse más en la lucha para derrotar a los talibán?

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Según la teoría clásica de las relaciones internacionales las amenazas a un país desde el extranjero deberían provenir de otros estados fuertes. Las guerras mundiales del siglo XX estallaron después de una acumulación de fuerzas militares en algunos países como Alemania o Japón, que luego intentaron conquistar a sus vecinos. Durante la guerra fría, otra vez entre dos bloques ideológicamente opuestos, se acumuló una capacidad alarmante capaz de borrar uno al otro del mapa.

Pero en la actualidad las amenazas no son lo que eran. No solo vienen de los países fuertes, con ejércitos organizados, sino de los países débiles. Éstos se denominan estados fallidos, países en los que el gobierno no controla su territorio y donde la anarquía interna puede extenderse al extranjero. Estados que se convierten en caldo de cultivo para la violencia. Allí los grupos terroristas que amenazan la seguridad en el siglo XXI operan en un espacio libre.

De todos los estados fallidos de nuestro tiempo el más preocupante es Afganistán, donde la situación es mucho más precaria de lo que algunos reconocen. Mientras la guerra en Irak y la especulación sobre un posible ataque israelí contra Irán centran el foco de la atención internacional, la guerra en Afganistán ha pasado a un segundo plano. Pero no debería ser así. La lucha en dicho país sigue siendo tan relevante como lo era cuando se empezó a enviar tropas de la OTAN hace siete años y constituye una operación que incrementa su importancia para la geo-política con el transcurso de los meses. El objetivo principal, derrotar a los talibán que gobernaban el país dando cobijo a Al Queda, se cumplió en unos pocos meses en 2001. Pero la supresión de la insurgencia y la reconstrucción han resultado muchísimo más difíciles. En los últimos dos meses las bajas de los aliados en Afganistán han superado las de Irak y desde el comienzo de la operación más de 800 soldados y miles de civiles han muerto en el conflicto. Todo indica que el fin de la ocupación está más lejos que nunca.

Uno de los factores que complican la intervención aliada en Afganistán es la extensión de su territorio. Es un país más grande que España con desiertos anchos, montañas remotas y sistemas de comunicación casi inexistentes en muchas regiones. Como consecuencia, el Estado como tal no ha tenido históricamente un gran papel ni en la construcción ni en la cohesión del país. La Constitución en vigor se refiere a 14 tribus «y otros grupos» que componen Afganistán y con frecuencia son los sabios de cada grupo los que ostentan el poder y no los gobernadores designados desde Kabul. Los funcionarios del gobierno afgano no tienen acceso a 36 de sus 376 distritos, especialmente en el sur. La autoridad del Gobierno es en realidad tan débil en muchas provincias que al Primer Ministro Karzai le llaman con desprecio «el alcalde de Kabul».

Afganistán y, en concreto la zona fronteriza con Pakistán, representa una fuente importante de inseguridad e inestabilidad. Algunos servicios de inteligencia señalan que Al Queda ya no tiene sus campos de entrenamiento en Afganistán, pero sí ha establecido su base en el territorio colindante con Pakistán. Estiman que el grupo terrorista adiestra en estos momentos hasta 2000 militantes en Pakistán listos para irse a cualquier parte del mundo. Aunque de momento se dediquen a atacar a la fuerzas afganas o paquistaníes y a miembros de las ONGs que trabajan en la región. Pero si el curso de la guerra empeora, y los talibán se afianzan otra vez más en el país, la situación se volverá muy peligrosa para occidente. A pesar de los reiterados llamamientos para un mayor esfuerzo aliado, parece que algunos socios de la OTAN no tienen ninguna intención de enviar más tropas. Así que unos pocos países como los EE.UU, Canadá, Holanda y el Reino Unido sufren la mayoría de las bajas mientras otros prefieren no arriesgarse. Está por ver si la asimetría actual es sostenible o si va a contribuir a la derrota de la ocupación.

Otro tema importante, e íntimamente relacionado con la seguridad, es el cultivo del opio. Afganistán continúa siendo el productor de opio más importante del mundo. Los ingresos del cultivo representan la mitad del PIB nacional, y más del 90% del narcótico mundial proviene de dicho país. Entre 2005 y 2007 hubo un aumento espectacular de producción y la cantidad total del opio cultivado el año pasado se incrementó en un 59%. La única razón por la que no va a aumentar en 2008 es el mal tiempo. Eso nos afecta directamente en Europa porque somos el mercado de consumidores más grande para la heroína después de Irán y Pakistán. En términos de vidas y familias destrozadas por la adicción a la droga, por no hablar de la extensión de redes criminales, el opio afgano tiene un coste social muy alto también en España.

Sin embargo la lucha contra el cultivo del opio se ha demostrado muy complicada durante los últimos seis años, y ninguna de las medidas aplicadas para frenarlo ha obtenido los resultados deseados: Primero los agricultores fueron bonificados para no producir opio, luego se les pagó para destrozar sus cultivos y finalmente recibieron ayudas para optar por cultivos alternativos. Pero todos los planes puestos en marcha han quedado en agua de borrajas. Aunque en trece provincias ya no se cultiva opio, el balance final resulta claramente negativo.

Si Barack Obama tiene razón, la comunidad internacional deberá realizar un mayor esfuerzo para lograr la estabilidad en Afganistán. Queda por ver si lo hará.