A HOMBROS. Ponce sale triunfador del coso de Santander. / EFE
Toros

Éxito de Ponce y de la ganadería

El gaditano Pérez Mota dejó muestras de su calidad con una oreja ante el más noble de sus dos toros y Castella fue el único que se marchó de vacío en Santander

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Fue buen toro el primero de los seis de Lorenzo Fraile, Ponce le cortó las orejas sin derramar ni una gota de sudor pese a ser faena de diez minutos y se embaló de pronto la cosa. Las manos por delante, no tan buenas hechuras como los demás, el segundo, aquerenciado y estrellado contra una tronera, mugió desolada y sonoramente. Ni peleó ni dio guerra ni movió ficha.

Ponce abrió con una trenza de postres la faena de las dos orejas -postres se llamaban sus personales muletazos genuflexos con que solía abrochar faenas- y la cerró con circulares de seguro efecto. Espaciada en pausas y paseos, sólidas y abundantes las tandas con la derecha y el toro por abajo, a la faena le faltó meterse a fondo con la mano izquierda del toro, que se dejó sobar en lances de brega por los dos pitones y se llevó de mano de Antonio Saavedra dos puyazos de los que dejan de seda al toro que sea.

Este primero, más bueno que bravo, lo agradeció. Castella no perdió el tiempo con el toro que tanto lloró y lo mató de estocada tendida y trasera. Después de ese paréntesis, llegó la racha en cadena: un notable tercer toro que dejó estar pero quiso siempre; un cuarto que romaneó en el caballo, sangró muchísimo y por desangrado llegó a echarse, pero para levantarse y embestir con cierta generosidad; un quinto de lindo estilo, pese a escarbar; y un sexto del todo extraordinario. Que se llamó Fardero. Número 74. 542 kilos. De perfecta construcción: tocado, engatillado, astifino, finas las cañas, larguito, ni alto ni bajo. Escupido de un primer picotazo que tomó al relance. Falsa alarma. Peleó en la segunda vara. Se acostó un poco. Pero ya no paró de embestir. El toro se vino galopando al primer cite. De largo, Pérez Mota en los medios y firme.

Sin embarcar propiamente, pero ya descolgó el toro, de sobresaliente fijeza. De superior temple, pese a que Pérez Mota no le tomó el pulso por la mano izquierda. Sí hubo desgarro y toreo de mano baja con la diestra. Sensibilidad de torero, que la tiene este Pérez Mota un poco arrumbado. Sólo un año de alternativa. En Santander fue. El esfuerzo esta vez, de sinceridad conmovedora. Ni el viento, que estuvo marcando mucho la segunda mitad de corrida, ni los nervios dejaron redondear.

Dejaba pensar tan bravo toro, pero no era sencillo. Lo fue, en cambio y en apariencia, para Ponce, que se permitió el lujo de torear al cuarto sobre querencias y sin violentarlo. Bastó con tapar al toro en el viaje a querencia, que fue siempre muletazo par de tanda y soltarlo al quinto o sexto a la querencia con un cambiado por alto.

Algunos de esos remates fueron suntuosos. Igual que en el turno previo, Ponce manejó con racanería la zurda. Muy poco. A los dos los mató Ponce por arriba y a la primera.

Castella, en estado de notable relajo, encajado sin sufrir a pesar de que el viento se metía por los vuelos, le anduvo al quinto fina y ajustadamente. Los riñones metidos, impasible. Sin gestos de aparato. Como si le sobrara toro, que tampoco. Pérez Mota toreó con gusto y ganas de torero nuevo al estupendo tercero, que se le paró en la puerta de toriles. Lo estaba esperando a porta gayola. No se inmutó.

Estatuarios bien trazados, calma al torear con la derecha, deshilvanados intentos con la izquierda, buenos pases de pecho, mucha ilusión, una estocada de trágala. Una oreja. Poco botín para tanto tesoro.