Editorial

Crimen sin perdón

La detención de Radovan Karadzic, inculpado por el Tribunal Penal Internacional como instigador y principal responsable de la matanza de Srebrenica y del asedio a Sarajevo, ha devuelto la confianza en la acción de la Justicia frente a aquellos crímenes que suponen una afrenta a la humanidad entera y cuya persecución nunca debería prescribir. A pesar de que continúen libres tanto el brazo ejecutor de Karadzic, Ratko Mladic, como el líder de los serbios de Croacia, Goran Hadzic, y a pesar de que durante doce años el ahora detenido haya podido permanecer a salvo en Belgrado en circunstancias que sugieren la directa cobertura del poder, la decisión de las autoridades serbias alienta la esperanza. Sin duda el paso dado por el actual gobierno de Belgrado despeja buena parte de las dudas que la victoria del proeuropeo Boris Tadic en los comicios del pasado mes de febrero dejaron en el aire. Pero no responde a todos los interrogantes sobre la disposición serbia a colaborar continuar colaborando con la justicia internacional. Con su actuación las autoridades de Belgrado vuelven ineludible el pronto arresto de los otros dos cabecillas del genocidio contra los musulmanes de Bosnia. Pero también por eso es lógica e idónea la cautela mostrada por la Unión Europea, en especial debido a la exigente actitud mostrada por Holanda.

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La detención de Karadzic podría activar el acuerdo de estabilización y asociación suscrito en abril entre la UE y Serbia, que la Comisión Europea solicitó ayer desbloquear en su apartado comercial. Pero desde el momento en que los 27 emitieron ayer un breve comunicado presentando la detención como «importante en el acercamiento de Serbia a la UE» y animando al gobierno serbio «a seguir por este camino» parece claro que la unanimidad europea se basa en recabar de Belgrado mayores compromisos y garantías antes de plantearse dar pasos más decisivos. La renuencia mostrada por los integrantes de la coalición que gobierna Serbia a hacer suya la detención de Karadzic, paliada por el llamamiento del primer ministro Cvetkovic para que Mladic y Hadzic se entreguen voluntariamente, podrá dar paso a una etapa de mayor confianza mutua cuando se produzca la extradición del primero de los imputados a La Haya; una etapa que para afianzarse necesitará del arresto de los otros dos.