Cultura

Publicar es cuestión de suerte

Sólo unos cuantos elegidos consiguen acceder al difícil mercado literario: escritores como Juan José Millás o Marta Rivera de la Cruz saben que escribir puede convertirse en una frustración

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Voces sin escuchar, obras sin leer y mucho talento perdido. En los buzones de las editoriales se apilan montañas de manuscritos que esperan a que una mano gentil los recoja y, en el mejor de los casos, los publique. Pero, por desgracia, no todos los escritores consiguen acceder al restringido mercado literario. Y los que lo hacen, coinciden en afirmar que la «suerte» es el mayor peso de la balanza, porque la calidad hace tiempo que quedó en un segundo plano.

En realidad, la suerte no es el único factor que decide si una obra pasa a formar parte del mainstream o engranaje de la literatura, pero sí que es uno de los elementos más importantes y quizá más aleatorio que entra en juego en las editoriales.

El escritor y el gran público, el David y el Goliat de turno, no pueden hacer otra cosa que convivir lo mejor posible entre ellos, y la editorial no tiene más remedio que hacer de intermediario del puzzle para que todo encaje.

Los comienzos en la escritura suelen ser duros y así lo confirma el hecho de que no haya escritores, salvo excepciones, que con su primera obra consigan llamar la atención de grandes editoriales, como Planeta o Seix Barral. Las editoras intentan conciliar la calidad literaria y el oportunismo comercial en sus lanzamientos, y para cumplir con eso rastrean el panorama literario con el fin de que no se les pase nada y luego no se tengan que arrepentir, como hicieron en su día varios editores ingleses al rechazar Harry Potter, de J.K Rowling.

El libro 'visible'

Pero, ¿es más fácil publicar ahora? Según Juan José Millás, con un premio Planeta en su haber, «mucho más», aunque conviene matizar que el hecho de que sea más fácil lanzar una obra no quiere decir que ésta consiga una resonancia suficiente como para ser «conocida» por el gran público y eso, como Millás afirma, es algo «frustrante».

Para Marta Rivera de la Cruz, la entrada en el circuito literario «no fue difícil» o por lo menos no fue «habitual», como a ella le gusta más decir. Periodista al principio y con la escritura como vocación, le llegó el éxito con su primera novela titulada Que veinte años no es nada, en la que relataba la pasión irrevocable que el personaje de Luisa siente por un famoso escritor, Cósimo Herrera, veinte años mayor que ella. Consiguió con ella el premio Ateneo Joven de Sevilla y se hicieron nada menos que cinco ediciones de la novela.

Los premios suelen ser una de las vías más socorridas para llamar la atención de las editoriales y conseguir con ello promoción para hacer «visible» el libro. José Ángel Mañas, fue otro de los escritores que se hizo un hueco en el mundo literario a partir de su ópera prima, la rupturista Historias del Kronen. La novela no sólo consiguió ser finalista en los premios Nadal del año 1994, sino que su historia se llevó a la pantalla grande a manos del director Montxo Armendáriz.

Y es que, según alega Juan José Millás, autor de Papel mojado, «hay más premios literarios que escritores». En realidad, la falta de revistas o talleres literarios, poco queda, aparte de probar la llamada «autoedición» (por la cual optan muchos escritores para llegar al lector o, simplemente, para ver su obra impresa). Otra de las opciones valorables es la de las pequeñas editoriales. Son ellas las que toman mayor riesgo al valorar una libro más por la calidad literaria que por el posible margen de beneficios que pueden obtener de él.

«Son las que viven la emoción de descubrir un libro y la pasión de publicarlo al precio que sea», aseguró Rosa Régas en los Cursos de Verano de la Complutense. Se alejan como pueden de la producción industrial y alguna de esas editoriales, como por ejemplo Lengua de trapo, son consideradas como la cantera más nutrida y fogosa de narradores jóvenes españoles. Éxitos como Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, del catalán Pablo Tusset, han salido de su factoría. Y seguro que le seguirán muchos más.