Editorial

Más que contención

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a desaparición de 14 inmigrantes de origen nigeriano al volcar la patera en la que trataban de alcanzar la costa andaluza volvió a demostrar ayer que la necesidad de alcanzar el futuro más allá de las fronteras y del mar resulta demasiado angustiosa como para que resulte sencillo ponerle freno con medidas legales y de control. Sobre todo cuando, después de atravesar buena parte del continente africano, la meta se atisba cercana. La tragedia probablemente dejó atrás catorce vidas irrecuperables y condujo a suelo español a 23 supervivientes que sintieron cómo la desesperación por lograr una existencia mejor se convertía en una pavorosa peripecia por salvarse de la muerte. Las mujeres y los hombres que emprenden tan temerarias travesías representan una parte ínfima del flujo migratorio que llama a las puertas de Europa. Pero sin duda encarnan mejor que nadie el impulso primario del ser humano por romper las cadenas que le condenan a la pobreza extrema y al hambre. Pocas horas después del naufragio los ministros de Interior de la UE daban un apoyo unánime aunque preliminar al llamado Pacto Europeo de Inmigración, cuya aprobación definitiva se espera tenga lugar durante el Consejo Europeo de octubre. La asunción de las regularizaciones como posibilidad a contemplar caso por caso y tanto por causas humanitarias como económicas, el impulso a políticas de integración que contribuyan a una estancia duradera de los inmigrantes o la gestión individualizada del reagrupamiento familiar requieren, en cualquier caso, de una cooperación europea que limite la migración irregular y prevenga y persiga el tráfico de seres humanos. Las restricciones son ineludibles si se quiere garantizar que las sociedades europeas mantengan mínimos de cohesión social. Pero ni éstas deberían ser dictadas por la arbitrariedad o por la impronta ideológica que desee aplicar a la política de inmigración cada gobierno, ni la regulación de los flujos o las medidas de retorno deberían ser fijadas en función de la coyuntura económica. Aunque las políticas de contención resultarán vanas si Europa no asume como compromiso creciente la cooperación al desarrollo y la apertura de nuestros mercados a aquellos países de los que parten los inmigrantes que llegan a las fronteras de la UE.