CRÍTICA DE TV

Vacío

Mientras Shakira triunfaba en la madrugada del sábado en el festival Rock in Río -en la noche siguiente, The Police y Alejandro Sanz repetían gloria-, en Antena 3 estaba ocurriendo algo importante: el quinto aniversario del desolladero rosa Dónde estás, corazón. Para ofrecer al respetable público un contenido a tono con el festejo, el habían contratado los servicios de una pareja vistosa: Ruth Martínez y Jaime Martínez Bordiú, célebres en el mundo rosa tanto por sus planes de matrimonio como, más recientemente, por su tormentosa existencia, denuncias incluidas. Mas he aquí que, unas horas antes, la pareja suspendía sus planes.

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Al programa acudió sólo Ruth, que apenas abrió la boca, mientras Jaime se pasaba toda la noche mandando mensajes al teléfono de Mariñas. Exclusiva frustrada. ¿Fiasco? Según se mire: aún hubo casi dos millones de espectadores. ¿Y qué veían? Nada, pero es lo de menos. Hace pocos días, en una de esas ferias que andan ahora por los pueblos y que la nomenclatura municipal da en llamar mercadillos medievales, asistí a un fenómeno curioso: una bronca medieval.

Una cuadrilla de actores dispuso en la plaza del pueblo una mesa de toscos tablones, colocó sobre ella unas jarras de supuesto vino y se sentó en derredor. Luego, uno de los actores gritó: «¿Posadero! ¿Más vino!». Y, acto seguido, escenificaron una pelea a mandobles de espada, golpes de cachiporra y puñaladas de pícaro. ¿Qué estaban contando? ¿Por qué se peleaban? No estaban contando nada: sólo la pelea. Lo asombroso es que la concurrencia miró el número mientras duró, y no sólo eso, sino que además aplaudió al final, como si allí, efectivamente, hubiera ocurrido algo. Estamos ante un tipo de espectáculo primario, instintivo, que busca ante todo producir el impacto más elemental posible en el espectador.

Pues bien, lo mismo ocurre ya con los talk show del autodenominado corazón: no es preciso que cuenten nada, no hace falta que nos narren una historia, sino que basta con la mera puesta en escena de la bronca para que la gente mire, la cuota de pantalla se mantenga y la cadena, después de la fiesta, quede convencida de tener un buen programa de televisión. Vacío.