SUS NIÑOS. Ingrid Betancourt agarra con fuerza las manos de sus hijos. / REUTERS
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Ingrid recupera una vida robada

La ex candidata presidencial asegura haber encontrado el paraíso al reunirse con su familia La política colombiana viajará hoy a Francia

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Ingrid Betancourt relataba ayer que durante más de seis años vivió en la prehistoria, extrañando las comodidades de la civilización. Atrás quedaba una larga etapa en la selva colombiana de privaciones, humillaciones y momentos en los que su vida corrió grave peligro a causa de las enfermedades tropicales. Pero sobre todo recuperaba la vida que le robaron las FARC y que evocó en un emotivo reencuentro con sus dos hijos. «Por ellos seguí con ganas de salir de la selva», dijo.

Muy temprano, vestida con un traje pantalón azul marino salía de la casa de su madre, Yolanda Pulecio, en Bogotá para reunirse en la base aérea de Catam con Lorenzo y Melanie Delloye, fruto de su primer matrimonio con Francisco Delloye, también presente; su actual esposo, Juan Carlos Lecompte; su hermana Astrid, sus sobrinos y el canciller francés Bernard Boucher.

Sonriente y nerviosa, subió la escalerilla del avión que trasladó a su familia desde París a Colombia. En la misma puerta salieron Melanie y Lorenzo. Pronto se vio rodeada por una maraña de personas. Besos, abrazos, caricias, miradas tiernas y llantos, ahora de alegría, sobrecogían a los presentes. La conmovedora escena fue posteriormente retransmitida en diferido por el canal Caracol TV.

Dirigiéndose a Melanie, de 22 años, decía: «Eres idéntica a mí». Luego, acariciando también a Lorenzo, añadió: «Ustedes me hicieron una falta enorme». «Ay, mi Astricita», dijo al fundirse en un largo abrazo con su hermana. «¿Cómo vas?», le preguntaron. «Bien mi vida, bien», contestó para volver a fundirse con su hija, «Qué emoción . tu eres mi bebé».

Sus dos esposos, el pasado y el actual, observaban codo con codo y a corta distancia el entrañable momento -celebrado más tarde con una botella de champagne francés en casa de la abuela-. Lorenzo se dirigió hacia Lecompte -su padrastro- lo abrazó y le dijo en inglés: «It's over» (Se terminó). Yolanda Pulecio repetía: «Cuántos besos, qué cantidad de besos».

«Gracias a Dios»

Poco después bajaron a la pista. Allí, cogidos de la mano, Ingrid, Melanie y Lorenzo hablaron con la prensa. «Me imagino que no sé si es el Nirvana, el paraíso, pero eso debe ser algo muy parecido a lo que estoy sintiendo en este momento», comentó la ex candidata presidencial rescatada de su cautiverio el miércoles por una operación del Ejército colombiano.

Como en el primer momento de su liberación dio «gracias a Dios por estos momentos». «Son mis niñitos, son mi razón de vivir, mi luna y mis estrellas. Por ellos seguí con ganas de salir de la selva, por volverlos a ver». «Están más bellos que nunca quiero sentirlos, mirarlos. Están tan diferentes y tan parecidos, tan ellos y tan diferentes al mismo tiempo, tan bellos. Me da pena, pero me parece que son muy bellos».

Betancourt mostró una faceta que no había sido habitual en ella, la religiosidad, que explicó se debía a la influencia de la ex congresista Gloria Polanco, con quien compartió algún tiempo de cautiverio. Poco después de haber sido secuestradas las dos perdieron a un ser querido: Ingrid, a su padre. Gloria, a su esposo. Aceptó que antes de ser capturada el 23 de febrero de 2002, ella no era tan creyente, pero Polanco le inculcó el poder de la fe para resistir.

«Al borde de la muerte»

Recordó la dureza de su cautiverio. Ayer reiteró que la trataron «como un animal. Descubrí que los secuestrados somos como esclavos en la selva», manifestó, para añadir que la comida era escasa y que «el suicidio es una sensación diaria, que también posponemos diariamente». También aseguró que estuvo «muy enferma». «Creo que estuve al borde de la muerte», señaló antes de agradecer a su ángel de la guarda, el cabo William Pérez Medina, por haberle salvado la vida.

Ingrid Betancourt está pálida y delgada pero su imagen dista mucho de aquella ofrecida a comienzos de año en la prueba de vida que la presentó al mundo maniatada, abatida y consumida. La sacó de ese trance el cabo Pérez, que ayer se definía como un «militar que lo único que quiere es seguir en el Ejército». «Soy enfermero y me enseñaron a salvar vidas. Tengo ese compromiso. Yo dije a Ingrid que pensara en su mamá y que confiara en los soldados».

«Me siento como si volviera de un viaje al pasado, como si regresara de la prehistoria», dijo al rememorar su infierno y al comentar que un trozo de jabón, un cepillo de dientes, tener ropa interior y la radio de pilas eran tesoros para los secuestrados.

Precisamente es a través del programa radiofónico Las Voces del Secuestro, dirigido por el periodista Herbín Hoyos Medida, de Radio Caracol ,que los secuestrados reciben noticias de sus familias. Por las ondas se enteran de cuánto miden los hijos, de la muerte de algún familiar, de los estudios de los niños, de las bodas de parientes, en fin, de las noticias cotidianas, que según los que han logrado volver a vivir en libertad son su principal fuente de energía para seguir resistiendo. La ex candidata presidencial agradeció también al presidente Álvaro Uribe, a Colombia y al Ejército por el apoyo y concretamente por la «impecable y perfecta» operación que logró devolverla a la vida.

«Soy otra persona»

Sin embargo, la mujer reconoció que era «profundamente diferente, soy otra persona, siento que he cambiado». Confirmó el viaje hasta París para entrevistarse y agradecer a Francia hoy a través del presidente Sarkozy por la campaña para su liberación. También su participación en una concentración por la libertad de los secuestrados y paz en Colombia el próximo 20 de julio. Pero todavía no sabe qué hará en un futuro próximo.

Luego, agregó que «el ideal sería volver a la vida habitual, pero no sé qué voy a hacer en el futuro. No sé si voy a participar en las elecciones, no sé que voy a hacer, no puedo responder ahora a esa pregunta. Ahora voy a ir unos días con mis hijos, quiero encontrarme con mi familia, quiero una relación de complicidad con ellos».

En los primeros momentos, numerosas personas se acercaron a ella para saludarla. Durante todo el miércoles dio el tipo y aguantó el llanto durante los abrazos con amigos, como Clara Rojas, quien fue su asistente y fórmula para la vicepresidencia, pero casi se derrumba cuando Uribe habló con ella. «Presidente, si usted llora, yo lloró», le dijo sonriendo.

Más tarde, lejos de las decenas de periodistas que esperaban en la pista lloraron y se abrazaron sin cesar. Los militares que compartieron calamidades, humillaciones y torturas en los campos de concentración con Ingrid comenzaban a reunirse con sus familiares.