VUELTA DE HOJA

Darse una vuelta

No sé si tendré la oportunidad de pasear el año que viene. Cada vez me gusta menos andar, por mucho que lo recomienden los médicos.

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Dicen que es bueno, pero nunca se ven señores con bata blanca por el Paseo Marítimo. En cambio, es frecuente verles fumar a la puerta de los hospitales. ¿Qué panorama se encontrarán los paseantes en cortes o en aldeas de aquí a un año? El Ministerio de Trabajo reconoce que en 2009 habrá 375.000 parados más, en números redondos. La tasa se encontrará al mismo nivel que la encontró el presidente cuando empezó a comunicarnos su optimismo en el 2004, lo que nos da una idea aproximada de su concepto de progreso, y se situará en dos millones y medio de parados. ¿Qué aspecto ofrecerán las calles?, ¿habrá más guardias reprimiendo a más maleantes, entendiendo por tales los que han sido ex-cluidos de acceso a todo bien?, ¿existirán más pobres de carné o habrán aumentado los vergonzantes, mal llamados amateurs?

Las ciudades soleadas suelen importar menesterosos. No es lo mismo no tener nada en un sitio donde además se tiene frío. La miseria, con sol, se convierte en esplendor, decía Albert Ca-mus. No es lo mismo tener algo para comer, aunque sea un tomate, que tener sabañones. Pero insisto en mi pregunta: ¿Quién va a pasear por la calle, aunque sólo tenga en el bolsillo el importe de un par de cervezas, cuando hay tanta gente que sólo tiene sed? Con tantos parados es dificilísimo no encontrarse con alguno. A muchas personas, al margen de sus convicciones políticas, incluso en el caso de que carezcamos de ellas, nos impide acceder a ese mínimo grado de adecuación o de conformidad que llamamos felicidad, presenciar la desgracia ajena. Los pobres nos van a rodear y no puede nadie darse una vuelta si está cercado. Mucho menos si lleva las manos en los bolsillos y se convierte en sospechoso.