ESCONDITE. Chalé donde fue rescatado de su cautiverio el empresario sanluqueño . / LA VOZ
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Los secuestradores de Rafael Ávila eligieron Sanlúcar por su alta conflictividad

Buscaban distraer la atención de la Policía para que creyeran que el rapto podía estar vinculado al narcotráfico o a un ajuste de cuentas entre bandas organizadas

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Sanlúcar no sólo es conocida por sus vinos o sus carreras de caballos. Su ubicación en la desembocadura del Guadalquivir la convirtió hace años en zona caliente para el narcotráfico y esa realidad se ha difundido más allá de sus fronteras. Esa alta conflictividad fue determinante para que los secuestradores de Rafael Ávila se decantaran por una víctima de esta localidad, según confirmaron ayer fuentes de la investigación.

La intención de los raptores era confundir a la Policía. Sabían que la primera hipótesis que se iba a barajar en un secuestro de este tipo y en una población como Sanlúcar era el ajuste de cuentas entre bandas organizadas o vincularlo directamente al tráfico de drogas. El supuesto cerebro de la operación, el esperpéntico estafador Luis Miguel Rodríguez Pueyo, no tiene antecedentes por este tipo de delitos, al igual que sus colaboradores más directos, los otro cuatro detenidos que fueron enviados con él a prisión. Creían que con esta maniobra, los agentes no los iban a relacionar con el rapto tan fácilmente.

Pero también influyó el perfil de la víctima, Rafael Ávila. La persona que supuestamente sirvió de enlace con el lugar donde se iba a perpetrar el secuestro, Luis Antonio Rodríguez de Souza, informó que el empresario podía ser una presa fácil. Ávila es una persona confiada, que no adoptaba ninguna medida de seguridad y que además es muy conocido en Sanlúcar. Luis Antonio pudo aportar al núcleo duro de la organización todos estos detalles ya que había tenido contacto directo con él después de alquilarle una nave.

Sin embargo, las mismas fuentes explicaron que si ese conjunto de factores que jugaron en contra de Rafael Ávila no se hubieran producido, habrían elegido otro punto donde actuar.

Sobre la marcha

Las investigaciones policiales también han podido determinar que los nueve detenidos no se organizaron entre ellos desde un primer momento para perpetrar el secuestro. Es más, existen serias dudas de que algunas de las personas que han quedado en libertad con cargos supieran que estaban colaborando en la consecución de un rapto, aunque sí habían concertado «realizar una serie de trabajos secundarios» a cambio de dinero y a sabiendas de que habían entrado en el terreno de la ilegalidad. Estos imputados con un nivel de implicación menor son: Vanesa H. G., José María H. G., Miguel R. D. S. y Francisca S. A. Todos ellos fueron arrestados en Madrid y habían sido reclutados para realizar, en algunos casos, los contactos telefónicos con los familiares de Ávila Tirado, y es que utilizaron en reiteradas ocasiones cabinas telefónicas de la capital.

La organización para perpetrar el rapto, explicaron las mismas fuentes, se fue realizando sobre la marcha. Y es que los detenidos no constituyen una banda especializadas en secuestros. Las pesquisas policiales apuntan a que Rodríguez Pueyo quiso dar un salto más en su carrera delictiva para dar un golpe que le dejara pingües beneficios -en un primer momento reclamaron a la familia del empresario diez millones de euros-. Surgida la idea, esta persona recurrió a personas que había conocido en anteriores episodios delictivos como el que le llevó a ser condenado por el conocido caso Arny. En esa causa también fue procesado, aunque resultó absuelto, Miguel Ibáñez Ruiz. Esta persona fue una de las primeras a las que acudió supuestamente para que le ayudara a perpetrar el rapto. También tiró de hilos familiares, ya que el único detenido en suelo sanluqueño, Luis Antonio Rodríguez de Souza, es sobrino del presunto ideólogo y hermano de uno de los arrestados en Madrid.

Rodríguez Pueyo, Miguel Ibáñez, el empresario arrestado en Sanlúcar, Raúl Brey Ábalo -propietario del chalé donde fue localizada la víctima- y José Antonio Giles Rodríguez conformaron ese núcleo duro que al final ha terminado en prisión.

Este periódico también confirmó ayer que Rafael Ávila estuvo en un escondite distinto antes de ser trasladado a la finca de Almonte. Los investigadores sospechan que pudo estar en la provincia antes de que los secuestradores, asustados por las informaciones de los medios, lo cambiaran de lugar. A día de hoy no han logrado dar con él.

stubio@lavozdigital.es