Ciudadanos

La proteína de la productividad

Este joven gaditano dirige una empresa de alta innovación en un rincón acostumbrado a la industria tradicional y a los servicios

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Un solo parque tecnológico de Shanghai mueve en un año más dinero del capital riesgo que toda España en 14 años. A Víctor Infante, un joven gaditano de 32 años, le ofrecieron veladamente la semana pasada, en una visita a la capital económica china, millones por su negocio, por desarrollarlo a plena capacidad a golpe de talonario. Es el objetivo de las empresas de capital riesgo: adquirir una firma pequeña o mediana con un elevado margen de beneficio a corto y medio plazo y multiplicar sus posibilidades. Una vez obtenido el objeto de lujo, venden su participación (convenientemente engordada) y se van en busca de nuevas promesas.

«Pero, ¿qué se te ha perdido en Cádiz?», preguntó a Víctor una de estas empresas. Y hoy no desvela cuál fue su respuesta, pero aquí sigue, con una oficina en El Puerto, un laboratorio en Sevilla y un planta que se está empezando a edificar en Jerez. Su empresa se llama Bionaturis y es una de las pocas que se dedica a la biotecnología en Andalucía. Tiene empleados a 10 titulados superiores y cada paso que se vaya cumpliendo de su estudiado plan de negocio supondrá más generación de empleo. «Aunque no vamos a salvar a la industria gaditana», bromea Infante.

El proyecto para el que se está construyendo su propia nave con sólo tres años de vida consiste en crear proteínas en larvas de insectos que luego puedan inyectarse en el cuerpo humano: se modifica genéticamente al animal y éste genera lo que se quiera generar. Suena a algo extraño, pero la tan requerida insulina no es más que una de esas proteínas inducidas por un laboratorio para dotar a un organismo de aquello que no puede producir por sí mismo. Y así, casi cualquier proteína.

Si el Gobierno español pierde la cabeza (al menos en la teoría) con las sociedades tecnológicas (por su elevada productividad en una economía cuyo futuro depende de eso, de que sea productiva), su querencia por las biotecnológicas (un paso más en la evolución empresarial) debería ser aún mayor. Debería...

«A ver qué pasa, porque la cosa está chunga. Estamos en 2008 y aún no se han dado los pasos necesarios para preparar al país hacia el único modelo que sobrevivirá en el futuro, el de las empresas con un alto contenido de innovación y no tan dependientes de la industria tradicional, los servicios o la construcción», declara Víctor Infante.

El problema, sin embargo, no sólo procede de la Administración. Este joven, pese a que su empresa salió de una spin off (proyecto de investigación amparado por la Universidad que deviene en una empresa), tuvo la suerte de integrar inmediatamente Bionaturis en el Grupo Indehold II, un entramado corporativo, con sede en El Puerto, que «es un ejemplo de organización empresarial», admite Infante. De hecho, en su organigrama conviven productoras audiovisuales con una empresa de materiales compuestos o una sociedad de capital riesgo. De la corporación dependen unos 250 puestos de trabajo en estos momentos.

«Ése es el modelo», apunta Víctor Infante, quien, pese a ser químico, acumula más horas como gerente de Bionaturis que con la bata de investigador. «Es lo que me ha tocado en este proceso». Quizás también tenga alma de empresario, «pese a que no he cursado ningún máster y todo lo he aprendido de la interacción con mis superiores y leyendo mucho». Bionaturis, por ahora, es una empresa de manual de microeconomía y puede que ella sola, como ironizaba su responsable, no pueda arreglar el paro de la Bahía. Pero unas pocas como ella sí ayudarían mucho.

amedina@lavozdigital.es