AMELIA VALCARCEL CATEDRÁTICA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

«Con el techo de cristal estamos como siempre, pero mejor que nunca»

Revolucionó el mundo de la filosofía al enunciar el «derecho al mal» de las mujeres, hace más de 30 años, y desde entonces es una figura indispensable del feminismo español. Catedrática, miembro del Consejo de Estado y vicepresidenta del Patronato del Museo del Prado, conserva intactas su energía y sus ganas de pelear.

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-¿De qué hablamos cuando hablamos de igualdad?

-La traducción más corriente es la de ciudadanía, aquello que compartimos dentro de la democracia, lo que tenemos en común. Nuestras sociedades son, respecto del pasado, las más igualitarias que hemos conocido nunca.

-Pero solemos asociarlo al género, a la igualdad de las mujeres.

-Lo que pasa es que el feminismo ha sido y es uno de los grandes motores que hace que la democracia cumpla su programa y ha planteado una igualdad, entre varones y mujeres, que es elemental, básica, fortísima, porque está al nivel del fundamento mismo. Es una de las desigualdades más antiguas e incluso cuando algunas desaparecían, ésta se seguía y se sigue manteniendo como la más fuerte en muchos lugares del planeta. El feminismo ha conseguido sus éxitos utilizando una de las ideas fuertes que la democracia tiene, que es la de igualdad, y la libertad también. Lo que las mujeres hemos conseguido no es sólo «igualdad con», hemos conseguido ciudadanía. Libertades.

-Pero hablamos incluso de feminismo «de la igualdad» y «de la diferencia».

-Esa polémica en gran parte es un desenfoque, porque cuando tú pides igualdad pides ciudadanía plena, no decir que te pareces o «despareces» a nadie, eso es otra cuestión. Pides ejercicio de los derechos individuales, porque a las mujeres, aun teniendo aparentemente la ciudadanía, nos ha costado todo el movimiento sufragista, por lo menos, y el feminismo del siglo XX, para obtener cosas tan elementales como el derecho a nuestro propio cuerpo o a un salario, que ni siquiera es igual en este momento al salario masculino.

-Usted ha protagonizado buena parte del feminismo español moderno. ¿Qué balance hace a día de hoy?

-Estoy muy contenta. Cuando yo nací vivíamos en una dictadura y la situación de las mujeres era vergonzosa en el terreno jurídico y oprobiosa en el moral. Creo, como muchas mujeres de mi edad, e incluso menores, que nacimos en un mundo y vivimos en otro y somos como el dios Jano, podemos ver el pasado y el futuro y vivimos en el presente. Otras generaciones más jóvenes ya no tienen ese pasado para comparar. Nosotras podemos hacerlo con sociedades actuales que a otros les parecen exóticas, pero que nosotras sabemos que no lo son, porque las hemos padecido en carne propia. Tenemos mucha conciencia de los logros y nos sentimos partícipes y de alguna manera protagonistas, de ellos. Esto es magnífico.

-¿En qué concretaría los principales avances?

-Los más evidentes: plenos derechos educativos. Por primera vez en España hay en este momento más mujeres que varones en la universidad y en todos los tramos de enseñanza. Eso no ha ocurrido nunca. En cuanto a los derechos políticos, somos ciudadanos a todos los efectos, podemos elegir y ser elegidas, tenemos un gobierno paritario y la paridad declarada por ley en el sistema de lo público político, y esa misma ley intenta que esa igualdad se lleve a cabo en el terreno económico, civil y yo espero, además, que se implementen las medidas para que se logre.

-¿Y tres?

-Hemos roto la antigua moral, que sólo juzgaba a una mujer en razón de lo que se llamaba «la honestidad», que no tenía sentido para los varones, y hemos pasado a una moral mucho más igualitaria. Han aparecido nuevos desafíos en la manera de entender la vida y las relaciones, pero hemos ganado todos y todas en el uso de la libertad propia. Hay quien puede decir que eso de la libertad caray. La libertad es una gloria y luego hace difícil la existencia. Así decía Simone de Beauvoir y tenía toda la razón.

-¿En qué más hemos avanzado?

-Nosotras mismas hemos cambiado. Las mujeres hemos ido aprendiendo a estimarnos unas a otras, a sentirnos solidarias unas de otras, a no admitir el punto de vista patriarcal como si fuese espontáneo, natural, sino a pensárnoslo dos veces para no caer en las múltiples trampas de auto odio que se nos ponían en el antiguo sistema.

-A pesar de todo ¿queda mucho por conquistar?

-Sí, muchísimo. Hay grandes espacios de los que las mujeres seguimos ausentes. De los espacios de la paridad tenemos uno, el político, pero queda el sistema del saber-poder, y los grandes puestos académicos, por ejemplo el porcentaje de catedráticas es exiguo.

-¿El techo de cristal?

-Sigue donde estaba. Pero hay que decir una cosa: con el techo de cristal estamos como siempre, pero mejor que nunca. Primero porque lo tenemos detectado, porque sabemos en qué consiste y cómo hay que intentar atravesarlo. Creo que la siguiente generación lo podrá hacer. Mira en los medios de comunicación, cuántas mujeres hay directoras, o que estén ocupándose de secciones sensibles, como Opinión. Es un territorio fuertemente reacio a la presencia de las mujeres. La religión, qué vamos a decir, y es un poder; la economía, el consorcio empresarial la creatividad, ¿dónde está la justicia con las mujeres creadoras, que apenas tienen ocasiones de exponer, de hacer películas? Una o dos han destacado, pero sabemos que hay casi 20 que son muy buenas La ambición femenina está tan represada como el talento femenino, todavía, y es lógico que la siguiente generación diga que quiere más. Quiere lo normal, aquello para lo que sus méritos las avalan.

-¿Cree que hay un modelo femenino de poder?

-No creo, porque veo que mujeres con poder no se comportan de modo parecido. El temperamento y las habilidades de cada quien entran a formar parte del ejercicio del poder. La democracia nos admite cuanto más perfecta es y cuanto más nos admite más se perfecciona. En consecuencia, también las mujeres, algunas, llevan a cabo un tipo de liderazgo más democrático, menos maquiavélico, menos ocasional, menos forzado por algunas inercias masculinas. Eso de marcar mucho el territorio, estar siempre vigilante, no permitir ni una, hacer que todo el mundo te baje la cabeza y ponga cara de que quien manda eres tú esas cosas tampoco se llevan bien con la democracia, la democracia exige liderazgos basados en el respeto, en el entendimiento del otro, no es un sistema jerárquico primitivo. La jerarquía se expresa de modos más suaves.

-¿Es necesario el aprendizaje del poder, el 'empoderamiento'?

-Es cierto que tenemos malas relaciones con el poder. Yo he dedicado a esto más de veinte años, desde mi libro Sexo y filosofía, que iba exclusivamente de mujer y poder, sexo por lo que ahora se llama género. Las mujeres no han sido socializadas para el poder y las que tienen se notan sobreobservadas y ven que el poder es una posición incómoda y además ven que producen una cierta desconfianza. Entonces, ocupar el poder les cuesta. No es cómodo, en su caso no son poltronas, sino lugares que hay que aprender a habitar. Pero eso es muy bueno, que las mujeres que abren, que transitan el poder se vean y compartan experiencias.

-Usted enunció el «derecho al mal» de las mujeres y fue una gran revolución. ¿Sigue vigente?

-El «derecho al mal» es una tesis que hay que interpretar en contexto, y en contexto vital. Intervine por primera vez en un congreso de jóvenes filósofos, con 29 años, y percibo que a las mujeres se nos exige el doble para obtener la mitad, y eso con suerte; que se nos dice que para ser normales y admitidas tenemos que cumplir parámetros de excelencia, que encima en el campo de la progresía política la exigencia es que qué traemos de nuevo las mujeres, y eso se nos dice retadoramente, que qué encarnamos. Había que contestarles: ¿tú qué encarnas en particular?, pues lo que tú encarnes yo también, lo que para ti está bien, para mí también. Yo no tengo por qué cumplir un estándar más elevado que el tuyo. Tengo que tener exactamente el mismo. La universalidad es la norma, para ti y para mí. Si eso significa que voy a hacer cosas que tú consideras que están mal, pero tú las haces, pues reclamo mi derecho al mal. Eso venía argumentado muy filosóficamente, por lo que era más difícil de atracar, y recuerdo que aquella misma tarde se montó un follón extraordinario en la sala. No sabía hasta qué punto exponía una tesis muy provocadora. Era mi primer trabajo filosófico autónomo. Luego he visto que tienes que atreverte a plantear lo que has pensado.

-De todos modos, la lucha contracorriente, la contestación, ha sido la norma de su vida

-Así me van las arterias, que las tengo hechas un asco. Esto pasa factura, cómo no, pero es que nacimos y vivimos en una época en que sin osadía, o más bien valor, no podíamos ganar aquello que nos habíamos propuesto, porque estaba muy lejos, muy difícil.

-Muchas mujeres, aún, viven con un gran complejo de culpa, y muchas abandonan

-Por eso tenemos que hablar más, porque no tienen por qué tenerla. Lo que se puede arreglar, hay que hacerlo. El talento femenino sigue estando represado y muchas mujeres, a veces desde muy jóvenes, no saben cómo conciliar su cabeza con su corazón. Se nos piden todavía cosas que a veces son contrarias entre sí y no puede ser, tenemos derecho a una vida libre, a ser nuestras propias dueñas. Creo mucho en el diálogo.

-Sin embargo, tengo una cierta sensación de que nosotras vivimos en una burbuja, en una élite, y muchas otras mujeres, jóvenes, incluso preparadas, siguen repitiendo modelos machistas de relación

-Yo no haría un juicio tan pesimista. Nosotras heredamos lo que nuestras madres no tenían, una educación obligatoria, conquistamos o reconquistamos los derechos políticos, pero no tuvimos que hacer un soberano esfuerzo, porque ya votábamos, por ejemplo. Nacimos herederas del gran feminismo sufragista. Lo llevamos adelante y encontramos nuestro camino. El modelo anterior, que considerábamos acabado, se reproduce porque tiene mucha inercia. La inercia es que las cosas tiendan a ir por donde han ido. La democracia necesita mucho esfuerzo, porque la gente tampoco es demócrata de serie.

-Por ejemplo, ante los malos tratos, sigue habiendo mujeres que se someten

-Eso es una terrible falla en la educación sentimental y puede que haya un conglomerado de herencia de sumisión que puede transmitirse más fácilmente de lo que imaginamos. Hay casos de chicas que consideran una muestra de cariño lo que es la antesala del maltrato: no me deja hablar con nadie, se enfada si tal eso es que me quiere mucho. Ten cuidado, no es así. La gente no tiene modelos, mira la basura que está esparciendo la prensa del corazón Pero la democracia además de libre es abierta y hay cosas que surgen contra los propios modelos que propone, y hay gente que está más expuesta, es más frágil. Por ejemplo, dependes mucho de tu familia, de las mujeres que hayas conocido, de lo que ves en tu grupo, en tu barrio. Todos los seres humanos somos sensibles a nuestro ambiente y hay en él muchas cosas todavía que son inertes, con una inercia de la mala.

-Hablemos del feminismo institucional, ¿qué le parece el Ministerio de Igualdad?

-Estoy encantada de que haya un Ministerio de Igualdad. He conocido a la ministra, me parece una joven excelente y creo que lo va a hacer fenomenal.

-Ya sabe que es gaditana

-Sí, lo sé. Me ha hecho una impresión buenísima, tiene la energía que hace falta, la de los primeros años, de los mejores años, para llevar adelante una tarea que está por hacer en el seno de las instituciones y que ahora ya está encarnada. Su edad puede contribuir a hacer un puente con las mujeres de menor edad que todavía no se sienten implicadas lo bastante en la causa de su propia libertad.

-¿Y la transversalidad, qué le parece? ¿Crear un ministerio para la mujer no puede desembocar en un cierto ghetto, un chiringuito?

-Hace falta interesarse por saber si los demás ministerios cumplen los programas de igualdad y la única manera de hacerlo es desde un organismo con el mismo rango. Nadie se va a dejar vigilar o controlar, ni siquiera aconsejar, por un ente inferior al suyo. Si la igualdad de las mujeres se sienta en el consejo de ministros, eso quiere decir que el consejo de ministros tiene que ser sensible con el tema.

-¿Conoce el trabajo de presupuestos en clave de género que lleva a cabo la Junta de Andalucía?

-Sí, lo he visto, y algo similar está haciendo el Instituto de Estudios Fiscales. He estado leyendo todo lo que publica y es magnífico y sumamente innovador, creo que no tiene precedentes, se ha hecho en otros lugares pero sólo sobre los sistemas de ayudas sociales, y esto es más, consiste en analizar todo el presupuesto.