opinión

¿Quo vadis, Jerez? (La ciudad borracha)

La ciudad descansa ahora sobre los escombros de lo que fue y los cimientos de lo que quisiera ser en el futuro

JEREZ Actualizado: Guardar
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El jardazo que ha dado la economía de nuestro magnífico mundo global apenas nos ha mostrado sus primeros cardenales y hematomas. Todavía queda lo peor: el dolor, las curas y la cicatrización de las heridas que ahora empiezan a sangrar. Dicen los analistas que cuando lleguemos a esto último ya estaremos allá por 2011. Por tanto, nos quedan, como poco, tres largos años de sufrimiento y desaceleración galopante.

Estamos entrando en una época de vacas esqueléticas y a Jerez el golpe le ha cogido, se veía venir desde hace mucho tiempo, en medio de la nada más absoluta y hueca. Nuestro modelo económico ha sido en los últimos años el de una ciudad borracha. Hemos ido dando cambayás y tumbos de una lado a otro de la calle, sin norte, sin saber en qué portal teníamos que pararnos para buscar cobijo y dejar pasar la resaca. Desde principios de los noventa, que yo recuerde, Jerez ha sido bautizada de distintas formas, muchas veces de manera grandilocuente y en todas las ocasiones sin resultados visibles: ciudad del deporte, ciudad del vino, ciudad del caballo, del turismo, ciudad para invertir...Hemos querido serlo todo, pero se ha hecho tan rematadamente mal, que finalmente estamos a mitad de camino de ninguna parte. Cuando los vientos han sido benignos la ciudad ha ido sobreviviendo como podía, sujetándose a la bonanza de la economía global. No parece que seamos una ciudad del deporte; de la industria del vino ya sólo queda una vieja maquinaria incapaz de generar el empleo de antaño; en cuanto al caballo todavía estamos pagando Jerez 2002; intentamos abrirnos al turismo pero aún somos un destino de paso; y como ciudad para invertir, digamos que no hemos dado facilidades para ello.

Ahora, además, tenemos un vendaval encima, las estructuras más débiles serán las primeras en volar por los aires, y me temo que Jerez está en esa categoría. Es algo así como el Xerez Deportivo, un muy buen grupo si repasamos las potencialidades hombre por hombre, pero un equipo débil que lleva toda la temporada en el fondo de la tabla y lucha ahora de forma desesperada por salir de ahí.

Hemos dejado pasar demasiado tiempo discutiendo si son galgos o podencos, y mientras tanto los pilares de nuestra economía se han ido resquebrajando de tal forma que ahora la ciudad descansa sobre los escombros de aquello que fue y los cimientos de lo que quisiera ser. Las cifras del paro, con más de 19.000 desempleados, son absolutamente dramáticas, –y parece que seguirán creciendo en los próximos meses– y las de las inversiones son ridículas. La principal inversión que se ha hecho en Jerez en los últimos tiempos ha sido en saliva y promesas que ahora cuesta cumplir. Y así no se puede.

Renunciamos por completo hace años –esto, como tantas otras cosas no es nuevo– a ser un emplazamiento industrial. Nuestros gobernantes y los propios jerezanos hemos apostado por una ciudad de servicios. Qué bonito. Es decir, nos hemos ido a lo más fácil y cómodo, pero ni siquiera así se ha logrado todavía nada. Una ciudad de servicios no significa convertir a Jerez en el término municipal con más grandes superficies por metro cuadrado -que ya debemos serlo- sino construir un destino atractivo para el visitante, con una oferta lúdica, cultural y gastronómica potente, con infraestructuras al servicio del turismo, con actividades de interés y rutas cuyo atractivo no se limite a colocar en el centro cuatro letreros para que cojan moho.

No podemos confiar nuestro futuro a los señores suecos de Ikea, –que por muy bonito que nos lo hayan vendido no es más que una tienda de muebles, muy grande, eso si, pero una tienda de muebles– tenemos que poner rumbo de una vez por todas hacia alguna parte. Como no parece que la Nasa, Microsoft o Coca Cola vayan a instalar aquí su próximo centro de operaciones en un futuro próximo, tendremos que aprovechar los recursos de los que disponemos para alcanzar de una vez la convergencia con Europa. Si la solución son la industria agroalimentaria y el turismo, empujemos todos en una misma dirección y hagamos realidad los castillitos en el aire que llevan enseñándonos tanto tiempo. Es responsabilidad del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía dejar de marearnos con palabrería sobre el Parque Tecnológico Agroalimentario y hacerlo una realidad, que para eso les han votado los jerezanos. Ya basta de perder el tiempo con experimentos, jornadas sin sentido, fotos y humo. Jerez merece que alguien se tome en serio su futuro y que se le dé su sitio a los pocos emprendedores que hay. Porque esa es otra. Es necesario cambiar la mentalidad que durante años nos ha hecho parecernos más a un pueblo que a una gran ciudad. El conformismo, el puesto de trabajo en el Ayuntamiento como máxima aspiración en la vida, el sueldecito ridículo que nos sirve para ir tirando, la apatía, la falta de espíritu. Así no se va a ningún sitio, y eso es precisamente lo que necesita esta ciudad, saber hacia donde va y creerselo de una puñetera vez.