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La vida en la mina

Esta semana concluía La Señora, el dramón de época fabricado por Diagonal para TVE-1 y que ha venido llenando con bastante éxito la noche de los jueves. El capítulo de despedida batió récord: una cuota del 23,9%, que equivale a unos cuatro millones de espectadores. Lideró la tabla de audiencias. Para terminar, la serie nos obsequió con una escena tópica de lucha de clases: mineros y guardias civiles, frente a frente en tensión. Los mineros llevaban una bandera soviética. Los guardias dispararon. La puesta en escena recordaba muy visiblemente la iconografía más conocida sobre el particular. Menos mal que en eso llegaron los señores, ricos, pero honrados.

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Pero hay algo que ha quedado por decir, y es esto: resulta sorprendente que el relato de La Señora, de evidente «preocupación social» y por ello ambientado en un entorno minero, haya prestado tan poca atención a la vida en la mina. Creo que reflejar en imagen cómo se trabajaba y se moría en una mina de carbón, en los años veinte, habría sido mucho más eficaz narrativamente que todos esos discursos revolucionarios que la serie ha ido desgranando. En la época que refleja La Señora, cuando aún no había entrado la maquinaria moderna, los mineros iban con boina y alpargatas, a pico puro y con un candil. La luz del candil producía una enfermedad que afecta al cerebelo y que se llama nistagmo, un movimiento nervioso involuntario de los ojos. Aún no se inyectaba agua en las vetas de carbón para reducir el polvo, de manera que el sílice entraba en los pulmones de los mineros: era la tan temida silicosis. Tampoco había otro método que las jaulas con pájaros para detectar el grisú -mezcla hiperexplosiva de metano y oxígeno-. En España, que yo sepa, no se llegó a la crueldad de utilizar a reos de muerte que redimieran pena trabajando como alarmas vivientes, aquellos penitentes blancos que cuenta Zola en Germinal y que abrían paso con antorchas en las minas francesas, quemando grisú; si la concentración de grisú, era excesiva, el penitente salía volando, hecho pedazos. Aún sin tales extremos, la esperanza media de vida de un minero, en la época que quiere reflejar La Señora, apenas llegaba a los 35 años. La cámara apenas ha reflejado nada de todo esto. Lástima.