CUARTO DE PALABRAS

Rosetta de Marte

Eso es como Marte, pisha». Por eso fui a Río Tinto. Y es verdad, qué paisaje, nada más que capas de rojo sobre rojo, no parece que estés en la Tierra... Flipo con el espacio. Otro día, como no paraba de darle bombo el Canal Sur con la romería en lo alto de la piedra que se apareció la Virgen (iría buscando el mechero, eso está donde Cristo lo perdió), fui al Cerro del Cabezo, en Jaén. Igual, conforme vas subiendo, va desapareciendo la vegetación y en las últimas curvas lo que encuentras es gris sobre gris, el peñasco pelao, que le quitas las cuatro macetas que tienen allí los curas y aquello es un paisaje lunar (en una especie de cueva donde están las ofrendas, ortopedia, fotos, escapularios, estampitas... había un banderín del Cadi, que me dije yo: ¿qué hace un banderín del Cadi en la Luna?).

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A lo que iba. Cuando los astronautas del Apolo 11 alunizaron en el Mar de la Tranquilidad aquel glorioso 20 de julio de 1969 yo era un chiquillo, pero me quedé delante de la tele hasta ver a Armstrong en blanco y negro dando el pequeño paso del hombre con sus Segarra. Puede que a esa edad se magnifique todo (todavía hay quien dice que aquello lo rodaron en el Cerro del Cabezo), pero desde entonces me viene el interés por las cosas del espacio, y la madrugada del lunes pasado no pude dormir hasta que la sonda Fénix no amartizó en el planeta rojo. Parecía que yo estaba en el centro de control de la Nasa, qué siete minutos de desconexión más malos pasé hasta que escuché «Ha tocado superficie»; cómo aplaudí y me abracé a mí mismo (ni siquiera el poco interés científico de mi señora me apocó, «Tú no dejes dormir...»). Y ya está dando sus frutos, anda que no ha mandao imágenes. Una, extrañísima (mira que me costó asimilar lo del banderín), es como una foto de la piedra Rosetta pero en marciano, y se lee perfectamente: «Ganarle al Málaga, mamones».