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España saluda la prohibición de las bombas de racimo en las que gastó 31,8 millones

El Gobierno español expresó ayer su «satisfacción» por el acuerdo internacional alcanzado en Dublín para la prohibición del uso de bombas de racimo al considerarlo «un acto absolutamente inhumano», según declaró el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Miguel Ángel Moratinos, ante la Comisión de Defensa del Congreso.

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Más de cien países -entre los que no se encontraban Estados Unidos, Rusia, China Israel e India- acordaron el miércoles el borrador de un tratado para prohibir el uso de las municiones de racimo, que será presentado en una sesión plenaria mañana para su aprobación definitiva. El texto será ratificado en el curso de una ceremonia solemne el próximo 2 de diciembre en Oslo, ciudad donde comenzó el proceso negociador, en febrero de 2007.

Las bombas de racimo, al explotar en el aire, diseminan cientos de pequeñas cargas en una amplia zona, las cuales a menudo no llegan a detonar, por lo que crean pequeños campos de minas que pueden causar la muerte o herir a cualquiera que las encuentre más tarde. Del total de bajas causadas por este tipo de munición, el 98% son civiles.

El Gobierno español ha destinado en los últimos cuatro años 3,18 millones de euros a procesos de compra y mantenimiento de municiones de este tipo. Durante la pasada legislatura, el Ministerio de Defensa aprobó tres contratos de adquisición bombas de racimo de los modelos BME-330 y MAT-120 y un cuarto expediente de mantenimiento de este tipo de municiones, todos ellos adjudicados a las empresas españolas Instalaza y Explosivos Alaveses.

El Gobierno de Berlín se congratuló también del acuerdo de Dublín y anunció que prohibirá el uso, fabricación y almacenamiento sin esperar a la ratificación del tratado. «Alemania aplicará unilateralmente y de forma inmediata el Tratado y animamos a otros estados a hacer lo mismo, pues será una piedra angular para la universalización del Derecho Internacional Humanitario», anunciaron en un comunicado conjunto los ministros germanos de Asuntos Exteriores, Frank Walter Steinmeier, y de Defensa, Franz-Josef Jung.