opinión

Crítica de TV | Bea y be

Telecinco lo ha anunciado: ya viene la metamorfosis de Yo soy Bea. La serie de Grundy TV no va a desaparecer, pero va a convertirse en otra cosa. De momento, Bea vivirá su esperada transformación en una bella damisela. Y acto seguido, aparecerá una nueva hornada de personajes sobre la que descansará el cogollo del relato. Entre esos personajes, una hermosa muchacha (Patricia Montero) que se llamará Be. Entre usted y yo, y ahora que nadie nos oye, ya iba siendo hora de que Bea, la fea, se convirtiera de una puñetera vez en la Bea guapa que todos estábamos esperando. Han pasado ya casi dos años y en todo este tiempo Telecinco ha venido mareando la perdiz de un culebrón que es el éxito más inexplicable de los últimos tiempos: una historia que copia el planteamiento de otras anteriores, cuya intriga descansa sobre un final que todos conocemos de antemano y que ha sido puesta en escena con ostensible modestia, va y se convierte en gancho de multitudes.

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¿Por qué? Por razones que no tienen nada que ver ni con la historia, ni con su final ni con su puesta en escena, sino, más bien, con la habilidad de los guionistas para empalmar un capítulo tras otro con trucos de best-seller, todo ello sobre personajes pintados con la maestría suficiente para convertirlos en imanes del espectador y con una incuestionable pericia para sacar narraciones superpuestas sin el menor miedo al ridículo. La fórmula ha funcionado. Nadie osará defender la excelencia narrativa de Yo soy Bea, pero es de justicia quitarse el sombrero ante la capacidad de sus autores para construir un producto de duración indefinida.

Se trata de una frontera que las productoras intentan traspasar desde hace tiempo: lograr una historia que pueda durar siempre, hasta el punto de emanciparse de la propia historia. Muchos lo han intentado y apenas nadie lo ha conseguido. Es pronto para saber si Yo soy Bea conquistará el laurel, pero, de momento, ya ha llegado mucho más lejos que otros. Habrá que ver cómo se desenvuelven los nuevos personajes de esta especie de gran contenedor en el que unos relatos se desgajan de otros hasta el infinito. El día del Juicio le pillará a alguno viendo Yo soy Bea.