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La Trinchera | Con la salud sí se juega

En el fondo, no lo hacen con mala fe. Algunos liberales patrios entienden que no pagar por lo que consumen otros es ser justo, de la misma manera que no es justo que otros paguen por lo que consumimos nosotros. El AVE, por ejemplo, lo pagué yo con mis impuestos directos e indirectos, y sólo lo he cogido una vez. O Expozaragoza 2008, algunos de cuyos ladrillos llevan mi nombre, y eso que no pienso pisarla. Lo que ocurre es que ese fino argumento, aplicado a las necesidades básicas, cobra una dimensión trascendente que le quita toda la gracia.

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En EE UU, la tierra de la libertad, donde puedes ser feliz si tu vecino no te vuela los huevos por error con su ametralladora de bolsillo, un lobby de empresas aseguradoras ha conseguido que tanto demócratas (sí, la gran esperanza Obama ha picado) como republicanos, acepten recortar la cobertura médica media y cargar a los usuarios con nuevas primas. Actualmente, un americanito de a pie paga 4.000 dólares al año por tener derecho a asistencia hospitalaria básica. Más una cantidad añadida si la enfermedad requiere de algún tipo de tratamiento específico particular. O sea, que un baypass puede salvarte la vida y endeudarte 20 años.

Desde que la receseción económica, en 2001, comenzó a azotar a las aseguradoras (los enfermos enfermaban igual, pero pagaban menos), las fórmulas para sangrar a los usuarios se han multiplicado. La insuficiencia cardiáca (con marcapasos) cuesta un 19% más, mientras que el cáncer se ha puesto por las nubes (43%). El parto aún sale barato (sólo se ha incrementado un 2%), pero se equilibra con las hemiplegias (213%) y el tratamiento de adicciones (219%), según datos publicados por Reed Abelson en New York Times.

De 158 millones de personas que gozan en los EE UU de seguro médico, sólo 93 pueden pagar una simple operación de hernia discal sin tener que pedir un préstamo. Los otros 65 ya pueden ir rezando para que la cosa no se complique.

dperez@lavozdigital.es