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La exhibición de Hezbolá

En lo que parece un tour de force sin precedentes, Hezbolá emerge como el actor político y militar insoslayable en Líbano y podría alterar de modo duradero el precario statu quo político-institucional del país mediante el manejo de la crisis endémica e interminable.

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El martes está previsto que el Parlamento hiciera el enésimo intento de elegir un presidente, un cargo crucial para el que hay un candidato consensuado, el general Slimane, pero cuya designación depende de la exigencia del campo chií y el general cristiano Michel Aun, de la Corriente Patriótica, su socio, de que se provea al tiempo una reforma de la Constitución y del funcionamiento del Gobierno.

Los chiíes, cuya población no ha dejado de crecer, se dicen sub-representados en el reparto del poder vigente y desean obtener un cierto poder de veto de algunas decisiones y mantener su alianza con poderes foráneos, Siria y el Irán en cabeza.

Los enfrentamientos de los últimos días sobrevinieron cuando el Gobierno de Fuad Siniora, pro-occidental y encabezado por la corriente Futuro, del clan de los Hariri, cuyo inspirador, el inolvidable primer ministro de ese nombre fue asesinado hace tres años, decidió actuar contra Hezbolá con una súbita demostración de autoridad que terminó mal: desmantelar su red de telecomunicaciones y cesar a un militante suyo como jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut.

Ayer los milicianos de Hezbolá habían alcanzado el control de la parte musulmana del Oeste de la capital que aún escapaba al mismo, había neutralizado a los medios de información de los Hariri, rodeaba las residencias de sus principales adversarios, incluido el belicoso líder druso Walid Yumblat, y todo eso sucedía mientras el Ejército, única organización libanesa multiconfesional y formalmente nacional, dejaba clara su poca disposición a mezclarse en el conflicto.

Hezbolá declara que no está dando un golpe de Estado y que solo quiere mantener su notable status como cabeza de la resistencia frente a Israel. Y pide que se vuelva a la negociación inter-partidaria pero lo hace desde una posición reforzada, nacida de su exhibición militar y de su condición de partido-fuerza armada, políticamente inconcebible en Occidente, pero habitual en el trágico escenario libanés.