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La junta militar requisa los cargamentos internacionales que llegan a Birmania

La ONU se plantea suspender los envíos de alimentos tras descubrir que no llegan a las víctimas del ciclón 'Nargis'

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La ayuda humanitaria llega a Birmania, pero no a los damnificados por el ciclón Nargis, que ha dejado a más de un millón de personas sin hogar. El problema es que las partidas de la asistencia internacional se quedan por el camino, lo que significa que son requisadas por la junta militar que gobierna con puño de hierro esta aislada y paupérrima nación del sudeste asiático.

Por ese motivo, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas estuvo ayer a punto de suspender sus envíos a Birmania tras descubrir que el Gobierno se había incautado del cargamento de los cuatro aviones fletados hasta ahora. En total, sus bodegas contenían 38 toneladas de galletas altamente energéticas, suficientes para paliar las necesidades de 95.000 personas y vitales para hacer frente a la desesperación que sufren las abandonadas víctimas del Nargis.

Este desastre natural ha puesto de manifiesto la incapacidad de la junta militar, dirigida por el general Than Shwe, para hacer frente a una emergencia nacional en un país como Birmania, donde la situación normal ya es de por sí dramática porque el 90% de sus habitantes vive con menos de un euro al día.

En este contexto, y a pesar de la precariedad de sus medios, el Gobierno insiste en distribuir la ayuda internacional directamente, sin que se encarguen de ello los cooperantes internacionales que, desde hace días, esperan para conseguir sus visados en la Embajada birmana en Bangkok. Como ayer fue día festivo en Tailandia y la legación diplomática cierra los fines de semana, los miembros de ONG y organizaciones de ayuda de la ONU no podrán entrar en el país hasta, como muy pronto, el lunes o el martes.

Mientras tanto, la situación es desesperada para más de un millón de personas que, tras sufrir el devastador paso del ciclón Nargis por el delta del río Irrawaddy, aún no han recibido ninguna ayuda por parte del Gobierno. Así lo pudo comprobar ayer este periódico en un viaje hasta la ciudad de Pyapon, sacudida por la catástrofe.

A pesar de que buena parte de sus pueblos de alrededor han quedado devastados por la fuerza de vientos de casi doscientos kilómetros por hora y olas de tres metros, sus habitantes se quejan de que aún no han tenido ningún tipo de asistencia por parte de la junta militar. Por eso, ha crecido el malestar contra este régimen dictatorial, que para hoy ha convocado un referéndum constitucional equiparado a una hoja de ruta para reestablecer la democracia, pero repudiado por la oposición por sus escasas garantías legales. En vez de socorrer a su pueblo, la junta los anima a votar para seguir perpetuándose en el poder.