CRÍTICA DE TV

Sexos

Una de las series más interesantes que hay en pantalla es Cuestión de sexo, en Cuatro. Es una telecomedia joven-y-urbana que ha producido Notro Films y que se define como «una comedia sobre las relaciones de pareja en el siglo XXI», nada menos. Ahora está en su segunda temporada. Cuestión de sexo no es interesante por su calidad estética -mediocre- o por su narración -banal- ni por su audiencia -escasa-, sino por lo que tiene de síntoma social.

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Podemos resumirlo así: el sexo es el centro del mundo. Desde Umberto Eco sabemos que los productos de la cultura de masas podemos verlos con mentalidad de apocalíptico o con mentalidad de integrado. Si los vemos con mentalidad de apocalíptico, constataremos que el mundo está definitivamente perdido, entonaremos profundos himnos a la decadencia de Occidente y optaremos, tal vez, por la retirada al bosque de la alta cultura, que siempre está ahí. Inversamente, si los vemos con mentalidad de integrado, nos regocijaremos ante ese universillo tan amable y divertido, nos sumergiremos en el gozo de lo superficial y lo efímero y afirmaremos, convencidos, que el mundo al fin ha hallado la felicidad. Uno tiende de natural a lo apocalíptico, para qué vamos a engañarnos, pero quizá la opción más aconsejable no sea ninguna de esas dos, sino una suerte de escéptica distancia científica, como la que el forense dispensa a los cadáveres que disecciona (si no mantuviera la distancia, rompería en sollozos).

En el caso que nos ocupa, uno se acerca a las historias de Cuestión de sexo y percibe algo sorprendente: el ombligo de esta tribu ha descendido unos centímetros y ha venido a situarse en los genitales, verdadero centro del mundo. Hay que intentar aprehender el fenómeno en toda su dimensión: la sexualidad se ha convertido en el rasgo mayor de la vida social contemporánea. Hoy vivimos tan saturados de mensajes de ese género que ya casi lo encontramos normal, cotidiano, pero hay que reparar en que esto es la primera vez que pasa.

Estamos en una sociedad hipersexualizada, quizá la primera sociedad sexocéntrica de la historia. Todos los pueblos, en todos los tiempos, han dispensado a lo sexual o a lo erótico -no, no es lo mismo- una atención principal, como no podía ser de otro modo, pero sólo en nuestro tiempo se ha concedido a lo sexual esa importancia decisiva, determinante. Hay en la radio un anuncio que dice: «Si tu vida sexual está bien, lo demás no importa». Reflexiónese: el hambre en el mundo, el terrorismo, el paro, la inmigración, el deterioro del medio ambiente, nada de eso importa si tu vida sexual está bien. Que la mera afirmación de semejante cosa no despierte carcajadas de sorna ya es un grave indicio. Dicho sea con toda la frialdad posible.