OPERACIÓN. Tropas hebreas trasladan con los ojos vendados a palestinos detenidos en Gaza. / REUTERS
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El cerco israelí deja sin comida a Gaza

Las agencias de la ONU se ven obligadas a suspender el reparto de alimentos en la Franja al retener el Gobierno hebreo el combustible que precisan sus vehículos

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«Acabamos de suspender la distribución de todo tipo de ayuda alimentaria a 650.000 refugiados palestinos debido a la ausencia de combustible en nuestros almacenes de Gaza». Con estas palabras, el portavoz de la Agencia para los Refugiados Palestinos de Naciones Unidas (UNRWA) en la Franja, Adnan Abú Hasna, confirmaba pasadas las 19.30 -una hora menos en España- la interrupción ayer, por primera vez desde la retirada de Israel del territorio mediterráneo, de su labor de asistencia humanitaria.

La cancelación de la actividad, provocada por la falta de gasolina para poner en marcha los coches con que se reparten artículos básicos de supervivencia al 80% de los habitantes de Gaza, se producía después de que la institución anunciara el jueves que consumía sus últimas reservas. Y después de la alarma, expuesta por el jefe de Operaciones de la Agencia, John Ging, de que existe «peligro real para las vidas de la población» y se entra ya en «una crisis difícil de controlar».

La alerta arrancaba los reproches en voz alta del comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, que tachaba de «inaceptable que la ONU se tenga que plantear suspender sus operaciones humanitarias simplemente por falta de combustible para sus vehículos». Y reclamaba el «inmediato» cese de un castigo que amenaza con consecuencias irreparables.

El dramatismo de la situación movilizaba a la Asociación de Propietarios de Estaciones de Servicio de Gaza, que se ponía de acuerdo para intentar facilitar un envío de emergencia de 50.000 litros de diesel a la UNRWA y evitar así la interrupción de su trabajo, para el que requieren una cuota de 7.000 litros diarios. Pero la alarma no conmovía, sin embargo, al Estado de Israel, único abastecedor de combustible a la Franja, que -según explicaba un funcionario no identificado a Reuters- ayer mantenía un millón de litros de gasolina retenido a las puertas del territorio palestino, en los tanques de almacenamiento de la terminal de Nahal Oz. El mismo funcionario acusaba a Hamás de impedir su distribución. Ni palabra del Gobierno, sumergido estos días en el período vacacional de la Pascua judía.

La última víctima

La UNRWA, y más exactamente las familias que dependen para sobrevivir de la harina, el aceite, las legumbres o la leche en polvo que reparte, se convertía ayer en la última víctima del feroz boicot que Israel mantiene sobre la franja de Gaza. Antes que esta agencia, en las últimas semanas, el 90% de los vehículos particulares se han visto condenados al aparcamiento permanente por la falta de gasolina, las clases en colegios y universidades han sido suspendidas por el mismo motivo, y también han sido clausurados servicios públicos como la recogida de basuras o el tratamiento de aguas residuales.

Esta crisis anunciada arrancaba en octubre pasado, cuando Israel decidió reducir parcialmente el suministro de fuel y electricidad a Gaza tras declarar la Franja «territorio enemigo». La presión se agravaba el pasado 9 de abril, cuando milicianos palestinos asesinaron a dos civiles hebreos en la estación de Nahal Oz y el Gobierno de Ehud Olmert, en represalia, ordenó interrumpir toda entrada de combustible en la Franja. La única excepción se registró el miércoles, con el permiso puntual dado por el Gobierno hebreo para transferir un millón de litros para suministro exclusivo de la central eléctrica de Gaza.

La interrupción de la labor humanitaria de la UNRWA en Gaza se registraba sólo un día después de que, el miércoles, el representante libio ante el Consejo de Seguridad de la ONU sobre Oriente Próximo comparara la situación en Gaza «con los campos de concentración nazis», un comentario que estuvo seguido de una retirada de la reunión de los diplomáticos occidentales encabezada por Francia.

Según un diputado, que habló en condiciones de anonimato, el embajador galo, Jean-Maurice Ripert, se quitó el auricular y abandonó la sala seguido de sus homólogos tras oír esas palabras del libio Giadalla Ettalhi, pronunciadas mientras el Consejo trataba de acordar una declaración de compromiso que subrayara el deterioro de la situación humanitaria en Gaza y contribuyera positivamente a los esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz con Israel.