Editorial

De nuevo Berlusconi

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os resultados provisionales de las elecciones generales italianas dieron ayer la victoria a la lista conservadora liderada por el ex primer ministro Silvio Berlusconi (PDL) con mayoría absoluta tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados. El candidato progresista Walter Veltroni, líder del Partido Demócrata (PD), se apresuró a felicitar al vencedor admitiendo que aunque su partido ha obtenido un importante respaldo no dispondrá de fuerza suficiente para disputar a Il Cavaliere la formación de gobierno o para forzar una gran coalición. Todo apunta a que Silvio Berlusconi será primer ministro, por tercera vez, respaldado por el partido democristiano de Giani Franco Fini y la Liga Norte de Bossi con la tarea de retomar el timón de un país que atraviesa una severa crisis económica, agravada por la falta del impulso político e institucional necesario para movilizar a una sociedad desalentada y decepcionada de la clase política. Un triunfo holgado del Pueblo de las Libertades como el que parece haber votado la sociedad italiana frustraría las expectativas alentadas por una buena parte del país de abrir un período de tregua política entre derecha e izquierda para afrontar la necesaria reforma electoral que facilitaría la gobernabilidad y la formación de mayorías sin premiar a pequeñas fuerzas políticas que complican la estabilidad institucional. La victoria de Berlusconi haría depender de la voluntad del magnate de los medios de comunicación la apertura de ese proceso de reforma consensuada del sistema electoral, aunque quepa dudar de que sea partidario de modificar lo que él mismo ideó. Con mayoría absoluta en las dos Cámaras no caben muchas especulaciones sobre el mensaje de las urnas, que parecen haberse inclinado nuevamente por un liderazgo que aunque discutido aporta cierto carisma, experiencia y capacidad de arrastre. Pero el veterano político conservador tampoco puede ignorar que Italia precisa un fuerte programa de reformas políticas y sociales para enderezar su deriva nacional. Sus palabras de los últimos días de campaña, cuando reclamó una amplia mayoría para tomar decisiones «difíciles e impopulares», podrían anunciar una voluntad reformista que realmente libere al país de los viejos demonios nacionales.