GÓTICA. Carla Bozulich regresa con su nueva banda.
Cultura

El riesgo de la aventura

Bajo el seudónimo de Evangelista, la norteamericana Carla Bozulich refina su tortuoso sonido

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Inquieta por naturaleza, Carla Bozulich no sólo altera su perspectiva con propuestas musicales de versátiles e insólitos perfiles sino que, a cada paso que da, se inventa nuevas máscaras y distintivos que pueden llegar incluso a cambiarle el nombre artístico. En todas sus biografías se citan nombres de grupos como Neon Vein, Eyhyl Meatplow o The Geraldine Fibbers a la hora de contar sus primeros pasos en el mundo de la música, pero hoy esos nombres ya suenan lejanos cuando quince años después Bozulich acumula un currículo en el que se suceden colaboraciones y trabajos personales de todo rango en los que, desde el dúo que formara con el guitarrista Nels Cline bajo el nombre de Scarnella, prima el riesgo y la aventura perecedera en el camino hacia un mutante horizonte de final ignoto.

Post-punk, sonido industrial, experimentación sobre distorsiones y country alternativo fueron los sucesivos ingredientes de aquellos primeros tiempos en la carrera de una Carla Bozulich que decidió apartarse temporalmente del rock para realizar algunas performances o intervenir en bandas sonoras de películas y obras de teatro independientes. No fue hasta 2003 cuando reinició su carrera, ya en solitario, con la reinterpretación al completo de Red Headed Stranger (álbum conceptual registrado por Willie Nelson en 1975 que cuenta la huída de un predicador tras asesinar a su esposa) con la colaboración del propio autor. Poco después llegaría I'm Gonna Stop Killing (2004), paso previo hacia el definitivo Evangelista (2006), un fascinante ensayo conducido sobre sonidos tortuosos que fue publicado por Constellation Records y en el que participaron algunos de los componentes de A Silver Mt. Zion y Godspeed You Black Emperor!, bandas señeras de ese vanguardista sello canadiense.

Eclecticismo

Para despistar una vez más, Carla Bozulich vuelve a mutar tomando el título de aquel disco como nombre para su nueva banda. Así, bajo el apodo de Evangelista, la estadounidense amplifica en Hello, Voyager (Constellation, 2008) los esquemas insinuados en su predecesor incubando nuevos matices y añadiendo más eclecticismo a las bases de unas canciones que funcionan con total autonomía sin que se resienta la coherencia del lote: la atmósfera gótica que reina en The Frozen Dress, la aplacada letanía sobre la que se conduce Papper Kitten Claw, el estampido que se presagia en Smooth Jazz, la cautivante secuencia rítmica que sobrelleva Lucky Lucky Luck y el enigma que destila The Blue Room se complementan para confluir en la canción que cierra y da título al álbum, un desordenado collage de intervenciones sonoras que, lejos de ofuscar por su anarquía, termina desembocando en un hipnótico trance. No es fácil arrimarse a un sonido tan poco complaciente, pero este tipo de proyectos son los que alimentan de expectativas al ya veterano y ¿caduco? rock'n'roll.