Cultura

Club de lectura

Este tipo de iniciativas, extendidas en las bibliotecas andaluzas, son un importante instrumento divulgativo

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La cita es en la biblioteca municipal de un pueblo cualquiera de Andalucía, a las ocho de la tarde y en martes -uno al mes-. A diferencia de otras reuniones en las que hay que determinar primera y segunda convocatoria previendo las impuntualidades, aquí todos llegan a su hora o, como mucho, con cinco minutos de retraso - «Perdón, pero había mucha gente en el supermercado y me temo que era el primer día de trabajo de la cajera»-.

El resto de los miembros del club espera de pie en la entrada de la biblioteca hablando bajito para no molestar a sus usuarios. Aunque los días que hay club de lectura se relajan las normas habituales de la biblioteca, prefieren no hacer uso de esta licencia hasta que no hayan llegado todos.

Marta, ama de casa con niños adolescentes, apura la tardanza de otros para terminar las últimas páginas del libro de hoy - «Entre unas cosas y otras, no he podido acabarlo» -. Diego estaba comentando precisamente el último capítulo con María Dolores, su mujer, cuando llegó Marta. Entonces cambia de tema, para no estropearle la sorpresa final. Hay quien se ofrece a ahorrarle esas últimas páginas, porque en el tono que Marta utilizó para saludar se nota cierta decepción con la novela, pero el murmullo silencioso de las miradas del resto lo hace desistir.

Por fin llega Adela, cargada con las bolsas del supermercado. Entre fruta y yogurts encuentra su libro y lo saca mostrando cierto azoramiento en su sonrisa nerviosa y rectilínea.

Es el momento de sentarse y poner en común las impresiones, las interpretaciones, los enfoques, las sensaciones, que ha provocado en cada uno de los miembros de este club de lectura la novela elegida por Belén, la bibliotecaria a la que un buen día en su descanso para desayunar, entre café con leche y tostadas, se le ocurrió que no estaría mal echar a rodar una experiencia lectora como ésta, que tan buena prensa tenía entre sus colegas de los pueblos de la comarca.

Impresiones

Una vez instalados en la zona de los peques, con las rodillas rozando peligrosamente el filo de la mesa, comienzan las primeras intervenciones. Efectivamente, a Marta el libro no le ha gustado demasiado porque, como dice su hija, que ya había leído la novela en clase de ética, es una comedura de tarro impresionante y a ella le atrapa más otro tipo de historias con un fondo menos filosófico. «Es como con las películas. Prefiero las que te hacen evadirte. Cuando voy al cine, no quiero salir con más problemas que cuando entré».

Rápidamente encuentra réplicas a su argumentación. Pedro, lector voraz e impenitente según María, su mujer, que también participa en este club de lectura, intenta explicar que precisamente la grandeza de este libro se encuentra en su contenido filosófico-alegórico, en la metáfora que se establece entre el modo de vida de sus personajes y nuestra sociedad. Pero más allá de esto, que puede resultar relativamente fácil de plantear, el mérito del autor consiste en no haber dejado ningún cabo suelto.

Mario, compañero de instituto de Diego -y, sin embargo, amigo-, entiende que lo más actual de este libro escrito en los años cincuenta se encuentra en su planteamiento sobre el poder del miedo para controlar a una sociedad. Y a las pruebas se remite: 11-S, 11-M, 7-J, y las reacciones de las sociedades occidentales, que se permiten el lujo de perder libertades fundamentales si con ello, piensan, ganan en seguridad.

Bajando a niveles más cotidianos, Marieta, cuyo avanzado estado de gestación quizá no le permita acudir a la siguiente cita del club de lectura, analiza las actitudes de algunos de los personajes de la novela: sus torpezas en las relaciones sociales, su disolución entre la masa amorfa, su actitud borreguil frente a la capacidad de liderazgo de ciertos personajes, los posibles modelos de ejercer el poder que plantea la novela: el que necesita un discurso intelectual y racional, por un lado, y, por otro, aquel que se afirma y se apoya en el uso indiscriminado de la fuerza. Y vuelven otra vez al miedo.

Van cayendo poco a poco los temas, se iluminan zonas que quedaron oscuras en la lectura a solas de cada uno de los miembros de este club de lectura, se matizan algunas ideas sobre el sentido del libro, quizá a Marta a partir de ahora le interesen más los libros -y las películas- que no sirven exclusivamente para evadirse y, simultáneamente, van cayendo poco a poco los minutos sin que ninguno se dé cuenta de que ya son las nueve, de que la biblioteca ha de cerrar hasta mañana. Y todos se despiden con otro libro debajo del brazo hasta el primer martes del mes que viene en el mismo sitio y a la misma hora.

Fomento de la lectura

Los placeres de la lectura son sencillos. No hace falta más que tiempo, buena disposición y un buen libro. Sin embargo, en España, a juzgar por los bajos niveles de lectura, parece que no estamos dispuestos a darnos este gustazo. Quizá se deba a que nos han vendido -y no solo en este país- un concepto de vida placentera muy distinto, más hedonista y algo artificial.

No se trata de establecer por decreto cómo tiene un ciudadano que disfrutar de su ocio, pero sí parece muy conveniente ayudar desde todos los frentes a recuperar o fomentar el placer por la lectura, entre otras cosas para no liarnos con objetivos placenteros demasiado inverosímiles o inalcanzables que puedan desembocar en frustración. En este sentido, los clubes de lectura, que afortunadamente se extienden ampliamente por muchas bibliotecas de todas las provincias andaluzas, pueden ser un buen instrumento para contribuir a la difusión de un placer tan sencillo y asequible.

Probablemente los miembros de la mayoría de estas reuniones lectoras no necesiten ninguna motivación extra para incluirse en ellos y ejercer sus placeres. Pero, muchos de ellos adultos, cumplen un papel fundamental de modelaje para quienes los contemplan, especialmente si se encuentran en su etapa de formación, de adquisición de hábitos.

Como mostraba aquel acertado anuncio televisivo del Plan de Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura, uno de los caminos más directos para crear un hábito lector es seguir el ejemplo de los mayores. Cuando un niño les pregunte a sus padres adónde van un martes por la tarde y estos le digan que al club de lectura, probablemente no sean conscientes del favor que le hacen a su hijo para que se convierta en un futuro lector.