MOVIMIENTO. Vista general de la plaza Reina Sofía, con su área de juegos, situada en pleno corazón del barrio de La Laguna.
CÁDIZ

Entre columpios, batas blancas y tatuajes

La plaza Reina Sofía destaca por el área de juegos, el ambulatorio de La Laguna y los comercios de estética

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En pleno corazón de la barriada de La Laguna, coronada por el ambulatorio y el área de juegos, se encuentra la plaza Reina Sofía. Una plazoleta, como la llaman sus vecinos, que cobra aún más vida por las tardes cuando las madres llevan a sus hijos para que correteen alrededor de la fuente siguiendo a las palomas y den rienda suelta a sus deseos lúdicos tirándose del tobogán. «Me gusta traer a mi nieto porque se relaja con el ruido del agua», dice Carmen.

A pocos metros, sentadas en uno de los bancos, Francisca Pérez, Ángeles Ramírez y Dolores Santander conversan animadamente. «Aquí pasamos la mañana, este banco lo tengo yo comprado», dice entre risas la primera mientras que Ángeles agrega: «La plaza ahora está muy bien, con muchas flores y árboles. Eso sí, la han tenido que vallar por los problemas del botellón, pues tuvimos unos años tremendos».

Atrás queda el jardín de doña Clara Martínez del Cerro que existió en este espacio, como recuerdan los residentes y comerciantes más antiguos. «La mayoría de los terrenos de La Laguna eran de don Servando Martínez del Cerro. Un hombre que poseía un chalé de considerables dimensiones denominado Santa Clara, que ocupaba el espacio de la plaza Reina Sofía donde actualmente se ubica el centro de salud La Laguna, la parroquia Santo Tomás y el área de juegos infantiles Reina Sofía, cuyo subsuelo alberga un parking», explica Juan Rodríguez Sánchez, el propietario de la droguería del barrio, que cuenta con 32 años de experiencia en este lugar de Extramuros. Parte de aquellos terrenos donde se ubicaba la mansión de Martínez del Cerro «fueron donados al Obispado para que se construyese la actual parroquia de Santo Tomás». «En esa época la plaza estaba llena de eucaliptos y chalés, pues no existían apenas edificios», agrega.

El soterramiento del tren también supuso el cambio de las costumbres de muchos gaditanos, según José Antonio Romero González, el propietario de la frutería y charcutería Nene, otro de los negocios con solera que rodea la plazoleta. «El hecho de enterrar las vías del tren le ofreció a este área mayor vida porque los vecinos de Loreto y Puntales, por ejemplo, ya pueden venir a comprar por aquí y hacer que sus hijos jueguen en este parque. Antes había muchos negocios cerrados», indica Romero González.

La importancia de esta plaza, según los residentes, reside en que «conecta las dos avenidas». «Ahora esta plazoleta es un lujo porque las obras de acondicionamiento -realizadas hace unos cinco años- trajo consigo una nueva reordenación de las aceras y del alumbrado», detalla Manuel Rodríguez, un vecino que frecuenta la tienda de El Nene, un negocio que lleva abierto más de dos décadas y que ofrece una gran variedad en frutas y verduras. Engracia Macías, otra vecina de la zona desde hace 20 años, recuerda los comercios que existieron alrededor de Reina Sofía. «Aquí (en el bar La Palmera) estaba el pub Lucas que luego pasó a ser el bar Los Cuatro Hermanos Plats. Al lado se encontraba la Pastelería España. En la ortopedia Cármenes estaba el mesón El Corregidor que también fue Las Torres, cuyos propietarios eran unos gallegos», aclara mientras toma un café.

Comida casera

Otros negocios con solera son la farmacia (1979) y el bar Cabañas que, desde su apertura hace 28 años, está especializado en comida casera. «Cuando llegué aquí con mi mujer las calles que rodeaban la plaza eran de albero, tierra amarilla, y casi no había coches», recuerda José Cabañas, al tiempo que sirve un plato de champiñones a unos clientes con sus respectivas cervezas. Manuela Estudillo González, su mujer, se apresura a decir: «Con las obras, la nueva plaza ha quedado muy bien y estamos muy contentos, pues las aceras son más anchas y la iluminación de las farolas hace que parezca de día».

El ruido de la aguja

Otra de las atracciones de la plaza Reina Sofía es el local de tatuajes artísticos y piercing Galien El Alien. Un lugar en donde el incesante ruido de la aguja de Javier Pérez perforando la piel de sus clientes es la nota predominante. «Puse el establecimiento hace siete años. Aquí contamos con miles de dibujos personalizados para nuestros clientes. Nuestro lema es la higiene. Una vez que te haces el primer tatuaje ya te enganchas. Es raro la persona que sólo tiene uno. Yo ahora vengo para hacerme el tercero en la nuca y ampliarme este otro», explica Álvaro Manzano, mientras hojea una revista con muchos diseños en la sala de espera. Dentro Javier, el tatuador, confiesa que «duele un poco, pero se puede llevar» y explica la técnica a seguir. «Primero hacemos un diseño en papel y luego lo pasamos a un calco para pegarlo en el cuerpo. De esa manera el dibujo es perfecto».

Como todo tatuador que se precie, Javier acostumbra a asistir a las diferentes convenciones del sector en Estados Unidos y toda Europa. «En España el mejor encuentro era el de Barcelona, pero Sanidad lo suspendió. Ahora suelo ir a Italia, Los Ángeles y Las Vegas. En estos países te pagan el hospedaje y los tatuajes son más caros, de manera que sales ganando».

jmvillasante@lavozdigital.es