INCIDENTE. Espectacular accidente en la salida de Australia. / EFE
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Alonso roza el podio entre el caos

Terminó cuarto en el estreno del Mundial en una brutal carrera con quince abandonos y en la que Hamilton dominó sin dar opción a nadie Los Ferrari tuvieron problemas y ninguno de los dos bólidos acabó la prueba

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La Fórmula 1 amaneció con fiebre. Las décimas de temperatura que anunciaba la alucinante parrillada al sol de Australia (38 grados en el ambiente, 51 en la cinta de asfalto del Albert Park, chorreras y sudor a manta) se transformaron en desfase y locura en la primera carrera de la temporada. Salieron 22 coches y terminaron siete. En una hora y media pasaron por la sección de sucesos las diferentes variables del altercado. Bólidos por los aires, topetazos con los muros, roturas de motor, atropellos, planos de televisión, incluso, de monoplazas sin piloto (Piquet al abandonar su Renault en la grava). En esa vorágine sacó su caparazón de superviviente Fernando Alonso, que salió undécimo y terminó cuarto con un R28 inferior. Ganó Hamilton, el mismo que deslumbró el año pasado por estas fechas.

Casualidad o no, la supresión del control de tracción, de las ayudas electrónicas para la conducción de los coches, ha deparado un enredo monumental en la geometría de las carreras. Hasta la fecha el régimen imperante en la Fórmula 1 consistía en un trío de pilares básicos. Un sábado potente en la calificación, una salida meteórica el domingo y la estrategia de las paradas como soporte para avanzar o retroceder. Si lo que se vio ayer fue un anticipo de 2008, los espectadores están de enhorabuena.

Numerosos incidentes

Sucedieron cosas desde el principio, desde que Hamilton enganchó la cabeza y mostró los argumentos que lo elevaron a los altares el año de su debut. Sin asideros informáticos en el paso por curva, sin la estabilidad que proporciona la electrónica, la carrera reventó en el primer giro con un choque múltiple que obligó a la entrada del coche de seguridad.

La ausencia del control de tracción implica un nuevo escenario en las salidas. No arranca un ordenador, sino un conductor con su talento o sus miedos. Los pilotos ensayan la salida en los entrenamientos invernales. Cuando abandonan el garaje por el 'pit-lane' se detienen en la última raya y desde ahí aprietan el acelerador simulando el comienzo de un gran premio. La mayoría de los equipos activan un 'display' que imita en su volante las señales luminosas del semáforo, del rojo al verde, y zas, a todo escape hacia la pista.

En la simetría de la pasarela, Alonso partió undécimo y se merendó a dos adversarios en la primera vuelta, mientras su ex compañero de fatigas en McLaren, Lewis Hamilton ponía la directa y se despedía hasta luego. El inglés enlazó ocho vueltas rápidas en los diecisiete primeros giros. Una de cada dos. Puso al pelotón en fila con un McLaren que tiene hechizados a sus empleados, mientras Alonso remontaba posiciones según se iban intercalando derrotes, empellones, salidas de pista y demás.

Para entonces ya estaba Raikkonen por delante de siete coches respecto a su plaza en la parrilla. El finlandés mostró sus manos de seda y un Ferrari que vuela a su impulso. Todo lo contrario que el otro tripulante del 'cavallino'. Massa se comió el lateral del Red Bull de David Coulthard en una pasada temeraria e inauguró el festival de los autos de choque. Volvió a entrar el coche de seguridad y decretó la lotería entre los apostantes.

Prueba de eliminación

Alonso aguantó la carrera de eliminación con solvencia. El no control de tracción hizo estragos porque sin llegar a construir montoneras ciclistas, la carrera fue separando la paja del grano vuelta a vuelta. Cuando se salía uno o alguien se tocaba, corría el escalafón. A mitad de la prueba, vuelta 37, quedaban la mitad de los coches en la pista.

Fue entonces, con la ansiedad apretando, el sudor frío de la eliminación en la cabeza, cuando Alonso extrajo lo mejor de sí mismo. Superó a Kovalainen y Raikkonen en una acción intimidatoria que se repitió en la última vuelta, ya sin el campeón del mundo, despedido a cuatro vueltas del final.

Kovalainen rebasó a Alonso y la cámara mostró la alegría incontenible de Ron Dennis, el patrón de McLaren, puño cerrado, dientes prietos. El finlandés tocó entonces el botón que no debía y el asturiano le devolvió la jugada para sellar un magnífico cuarto puesto cuando sobre él y su deficiente R28 se cernía el peor de los augurios.