opinión

En La Trinchera | Blanco o negro

Ya está aquí. Ya llegó. Ista, ista, ista. España es bipartidista. Mi enhorabuena a los voluntariosos de pensamiento práctico, a los que han votado en contra de algo, a los periódicos rojos y a los azules, a la Academia de Televisión, a los mensajes planos, a los intelectuales apesebrados, y a todos los que, en definitiva, se empeñan, por acción u omisión, en convertir la democracia española en un paripé de Cánovas y Sagastas, guiados por el ande yo caliente o por el No pasarán. Ni programa, ni valores, ni grises, ni matices, ni minorías. A o B. Blanco o Negro. Cara o Cruz.

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En el Congreso de los Diputados sólo habrá cuatro grupos parlamentarios, dos de ellos nacionalistas. El voto de nueve millones de demócratas se gestionará desde esa entelequia vaga, de funciones indeterminadas, que la ley llama Grupo Mixto, pero que tiene mucho más de mixto que de grupo. Cuando uno introduce la papelita de marras pensando en cómo quiere que se gestione este país, actúa como un demócrata; cuando uno lo hace apelando a la teoría del mal menor actúa, aunque le pese, como un robot. Los primeros extraen sus conclusiones de razonamientos más o menos coherentes; los segundos manchan la esencia de la democracia con un reduccionismo insultante. Picar en el gancho del voto útil es dejarse embaucar por la idea, maquiavélica y temible, de que sólo quien gobierna (y su principal contrapeso) sirven para algo. Los demás hacen palmas en el coro. Hay quien piensa que, en el fondo, elegir entre dos no es tan malo. Al fin y al cabo los americanos podrán votar (casi seguro) entre un candidato tan carismático como Obama, y otro tan rancio y neocon como MacCain. El bien y el mal. Bic naranja, que escribe fino; o Bic cristal, que escribe normal. ¿Por qué quejarse, entonces?

Quizá porque ni demócratas ni republicanos tienen intención de abolir la pena de muerte; ni evitar que un transplante de corazón endeude a una familia de por vida; ni frenar los desmanes de petrolíferas que financian regímenes dictatoriales en África; ni se plantean la posibilidad de fijar algo parecido a un sueldo mínimo interprofesional; o una ayuda sólida al desempleo.

Pero allí nadie protesta. Ni en el Congreso, ni el Senado, ni en la calle. Por no tener, en la tierra de la libertad, no tienen ni Grupo Mixto.

dperez@lavozdigital.es