JUZGADOS. Miguel G. A., prestó ayer declaración ante la jueza de Archidona que lleva el caso.
ESPAÑA

La cena de Miguel tras el crimen

Apenas horas después del suceso, el presunto autor de los disparos que mataron a Francisco y Juan estuvo comiendo acompañado «como si no hubiera pasado nada»

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TRANQUILO, normal, «como si nada hubiera pasado», el presunto autor material de los disparos que acabaron el pasado domingo al mediodía con la vida de los hermanos Francisco y Juan C. P. cenaba acompañado en su casa de La Saucedilla apenas diez horas después de que se hubiese cometido el crimen. Nadie imaginaba que era la última cena en libertad de Miguel G. A. y mucho menos lo pensaban sus familiares.

«No nos lo esperábamos», decían ayer algunos de sus parientes más allegados, sin entender que El Terremoto, como es conocido, se mostrase tan natural horas después de haber cometido supuestamente el doble asesinato en Rajaestacas, una finca de olivar ubicada en Villanueva Trabuco, propiedad al parecer de Francisco. La serenidad de Miguel no tardaría en desaparecer. A la mañana siguiente, la Guardia Civil ya lo había detenido e investigaba si habría pactado con José, amigo suyo y hermano menor de las víctimas, recibir 42.000 euros después de que este cobrase la herencia correspondiente tras las muertes, valorada en medio millón. Y es que otras fuentes aseguran que el menor de los asesinados le había ofrecido la suculenta suma de dinero en reiteradas ocasiones desde el año pasado.

Cuentan sus familiares que el presunto autor de los disparos conocía a los tres hermanos desde hace muchísimo tiempo, sobre todo a José, detenido como presunto inductor del asesinato. No saben remontarse al origen de la amistad, pero cuentan que El Terremoto llevaba dos años viviendo en una nave de su propiedad que había acondicionado como domicilio en el paraje archidonés de La Saucedilla, donde existen varias viviendas, entre ellas el cortijo donde habitaron muchos años los hijos de Juan Parrato, como eran conocidos los tres hermanos en Villanueva del Trabuco. Miguel, no obstante, se había criado en Archidona con sus padres, donde estudió en el colegio Sagrado Corazón, pero sus visitas a La Saucedilla eran habituales en su infancia y juventud, ya que allí también residían algunos tíos suyos y su abuelo, según apuntan los familiares.

Agricultor y obrero

A diferencia de los tres hermanos agricultores, aseguran quienes lo conocen que Miguel no andaba con malas compañías. Sin embargo, el trabajo le daba «pereza» y se hacía el remolón en numerosas ocasiones a la hora de ganarse el pan de cada día. Se dedicaba a la agricultura y a la construcción, pero «a temporadas». «Si hacía viento, decía que no iba a coger aceituna; si llovía, no tenía ganas. Era muy malo para trabajar», aseguran sus allegados.

Su falta de disciplina en las cuestiones laborales le llevó a ir dejando deudas por Archidona, la localidad donde se había criado con sus padres y tres hermanos. «A veces decía: 'no vamos a tirar por esta calle porque a fulanito le debo dinero», cuentan algunos de sus parientes, quienes temían que ocurriera la historia opuesta de la que ha sucedido, que alguien «le diera una paliza o algo» por todo lo que no había pagado.

Las averiguaciones de la Policía Judicial de la Guardia Civil que lleva el caso descubrieron que la escopeta con la que se cometió el crimen había sido sustraída una semana antes de un coche que había estacionado en una gasolinera de la zona. Afirman fuentes cercanas a este robo, que el hurto se cometió en apenas unos segundos porque su propietario andaba «bastante pendiente del coche». Siempre con la moto para arriba y para abajo, «llevando perros en una caja», Miguel era un vecino normal de Archidona. Un muchacho corriente que nunca había dado problemas en el pueblo y al que se le conocían pocas amistades. A los de Parrato también los veían en el municipio de vez en cuando, sobre todo durante el Carnaval, la cabalgata de los Reyes Magos o la feria, pero sus familiares no saben valorar el grado de amistad que tenía con las víctimas. «Al chico lo conocía más, eso sí», apuntaban unos, mientras otros afirmaban que casi siempre le veían solo por el pueblo.

«Yo siempre lo he considerado una persona formalita, que no daba jaleo. Si no recuerdo mal trabajaba en el campo, recogiendo aceitunas», decía ayer una mujer que reside cerca de la casa de los padres de Miguel, el menor de todos sus hermanos. «Ellos son unas bellísimas personas y muy trabajadores y lo que ha pasado es enterrar a su madre en vida», se lamentaba la misma vecina, que no da crédito a que El Terremoto se haya visto envuelto en toda esta historia. Sencillamente, no se lo esperaba. Ni ella ni nadie en Archidona.