DOLOR. Natalio es derribado por el defensa castellonense ante la mirada de Bangoura. / ANTONIO VÁZQUEZ
Cádiz C.F.

Ni frío ni calor

El Cádiz cosecha un punto infructuoso ante un ordenado Castellón Gustavo López adelantó a los amarillos y Oberman igualó el choque

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El cadismo ni siente ni padece. Indiferencia absoluta. Hastiado de tantos sinsabores, de tantos sueños esfumados con bruscos despertares, se refugia en los nimios detalles que puede brindar un espectáculo en Carranza. Los goles que anuncia el videomarcador, el minino que se patea el césped, los contenidos de las revistas gratuitas,... Todo es válido con tal de no mirar al césped y caer en un profundo estado de letargo, en la lógica indignación o en la más absoluta resignación, que cada uno sufre a su Cádiz a su manera.

Pasan las jornadas porque la Liga es pasar, y esta plantilla pasa de añadirle una pizca de emoción a un final infame. Ayer, Calderón puso en escena a toda su artillería, el equipo se adelantó en el marcador y jugó la última media hora con uno menos. Pero ni por esas. En Córdoba todo se volvió en contra y ante el Castellón el viento sopló a favor, pero todo eso da igual, porque el resultado final es el mismo: la sensación, si no la certeza, de que el último vagón del tren de Primera hace tiempo que abandonó el apeadero del estadio.

Esta vez no fueron los albinegros quienes liquidaron las ilusiones amarillas, fusiladas hace varias jornadas. No hay que buscar un homicidio, es más bien un suicidio, o un Parricidio. El conjunto amarillo saltaba al césped de Carranza confiado en que una victoria le engancharía de nuevo con la parte alta, pero deja las miradas más pendientes del suelo que del cielo.

Desequilibrio

El doble pivote exponía una clara descompensación. Mientras Bezares se mataba por cada bola, Parri no hacía más que correr sin sentido detrás del cuero. Las bandas también se inclinaban, en este caso hacia la izquierda. Gustavo López seguía acumulando méritos para su renovación a la par que Kosowski se ve cada día más lejos de Austria y Suiza.

El juego directo del Cádiz no hacía mella en una defensa bien plantada, que sólo sufría con la pérdida de balón de Mario Rosas, genio y figura. El malagueño erraba un pase que aprovechaban los cadistas para armar un rápido contragolpe. Natalio abría a banda, Kosowski centraba, Bangoura molestaba y Gustavo definía con un disparo con el exterior que no encontraba respuesta en el meta.

La suerte sonreía, salía el sol por Carranza tras jornadas de contínuos nubarrones. Pero alguien apagó la luz. Los jugadores daban ese famoso paso atrás, propio de la exitosa coreografía cadista, y se ponían a verlas venir.

De la alegría al tedio

De la euforia inicial se pasaba al tedio más insufrible. La opción más clara de los levantinos la propiciaba el mismo Raúl López con un despeje que tropezaba en un delantero albinegro. Por contra, Natalio daba la réplica con una buena acción individual que se quedaba enredada en el lateral de la portería.

Con escasos argumentos, el cuadro local había edificado los pilares de una victoria obligada. Pero la fortaleza cadista se venía abajo como un castillo de naipes por culpa de una nueva pájara justo después del descanso.

Estos errores de concentración han costado serios disgustos durante toda la temporada, y son inapropiados para un equipo que aspira al ascenso. El discurso de Calderón debía haber sido un tanto aburrido porque sus chicos salían adormilados y se olvidaban de quién era Oberman, aquel que les reventó en la primera vuelta. Esta vez, el argentino controlaba con exquisita técnica la asistencia de Mario y salvaba la alocada salida de Contreras con una ajustada vaselina.

El asunto se complicaba, y Tabares alarmaba a la hinchada cadista con un cabezazo que lamía el larguero. Hasta que Aurelio cedía una nueva ventaja a los gaditanos expulsándose con una bestial entrada sobre Enrique.

Con uno más, Calderón movía ficha e incrustaba al canterano Fran en el centro del campo, dejando la presencia de Parri en algo testimonial. Gustavo se movía por el centro, pero Natalio, el único crack de este equipo, no lograba desestabilizar en el uno contra uno.

Todos los intentos aéreos salían despejados con la cabeza de Mora y Dealbert, y Bangoura ya empieza a asimilar todas las características del típico delantero centro cadista. Peleón pero desacertado. Al menos tenía en jaque a los centrales, pues Dani apenas inquietaba a la zaga albinegra.

Un disparo de Gustavo López, bien despejado por el arquero levantino, sería la única ocasión peligrosa pese al dominio amarillo. Escaso bagaje que no traducía en oportunidades la superioridad numérica.

El partido moría con el desánimo de futbolistas y aficionados, en perfecta armonía por una vez y sin que sirva de precedente. Nadie creía en un milagro. Y la fe es la primera premisa de quien aborda una empresa de este tipo, de quien espera un acto divino que oculte el fracaso terrenal.

El paso de los minutos marcaba esa senda hacia ninguna parte, el lugar que genera más conflictos, divorcios y discrepancias: la tierra de nadie. Árida, yerma y rocosa. El camino está bien señalado. Sólo hay que seguir las baldosas amarillas.

jaguilera@lavozdigital.es