EL RAYO VERDE

La igualdad pendiente

La oleada de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas ha noqueado a la ciudadanía en estas tensas vísperas electorales. Cuatro mujeres en un mismo día, una de ellas en El Puerto, otras dos al siguiente, han sido un misil en la línea de flotación de esta representación de la realidad a la que llamamos campaña. Resulta que hasta ese momento nadie, repito nadie, se había ocupado de hablar de violencia de género en los mítines. No importa que se destinen recursos, se creen departamentos, se elaboren leyes. El asunto sigue sin verse en su auténtica dimensión, mientras otros de menor calado ocupan horas y horas de debate. No sé si tendrá algo que ver el hecho de que no hay mujeres en ellos, sólo una para ser exactos, de IU la otra noche en TVE. Pero no deja de ser un dato que sumar al diagnóstico de situación. La violencia de género, no está mal repetirlo ahora, causa más muertos que el terrorismo en España hoy, pero no tiene ni mínimamente su espacio en el discurso público.

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Así, podemos deducir que si ésta es la suerte que le toca al asunto más importante, al punto álgido, al cénit de la discriminación femenina, de la desigualdad, al más radical de los agravios contra las mujeres, qué le espera al resto de los asuntos que se refieren a la lucha de la mitad de la población por ocupar el espacio que le corresponde y restaurar un estado de derecho de verdad justo.

Es decir, que queda mucho por hacer, y que hay que revisar tanto escaparate de imagen pública, de porcentajes, de curiosidades que puedan hacer pensar que esto es Jauja. La conquista por las mujeres de nuevos espacios, en la vida profesional o personal, no hace sino poner de manifiesto más si cabe la desigualdad radical en que las mujeres hemos de movernos, en una sociedad donde todo está construido a la escala del hombre. La educación, las relaciones sociales, el lenguaje, hasta los tratamientos médicos, que se han hecho a base de estudiar población masculina y se han extrapolado a las mujeres como si la fisiología fuera igual, qué prueba más evidente del escaso papel que lo femenino, la diferencia, juega en un universo pensado por los hombres, organizado por los hombres, dominado por los hombres. Desde el diseño de las ciudades hasta el espacio interior de la casa -¿quién tiene el mando a distancia?- por no entrar en la gran cuestión: el reparto de las tareas domésticas, donde cualquier tesis, o teórico, tiene su prueba del algodón, la realidad es tozuda y se resiste a las falsificaciones.

El trabajo que queda por delante tiene tanto calado que es preciso poner las bases desde muy hondo, a ver si así los avances no quedan en fachada que se desmorone al primer soplo de viento. Hay, en este sentido, un trabajo muy interesante y minucioso de la Consejería de Economía de la Junta de Andalucía, encabezado por su viceconsejera, Carmen Martínez Aguayo, que al desbrozar las grandes cifras del gasto público por sexos está descubriendo grandes fracturas en la situación de las mujeres, el primer paso para poner medidas que las subsanen. No es un análisis muy vistoso, tiene un nombre enrevesado, Presupuesto en Clave de Género, no se lleva grandes titulares, pero será a la larga más eficaz que otros fugaces discursos.

Es el momento, por cierto, de hacerse visibles y reclamar actuaciones y compromisos. Las mujeres son una fuerza electoral de primera magnitud, y no sólo por constituir el 50% del censo, también por la influencia en su ámbito. El lobby femenino ya tarda.

lgonzalez@lavozdigital.es