AL AIRE LIBRE

Reflexio-nes post debate

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n esto de los debates nunca llueve a gusto de todos, pero siempre a gusto de los respectivos partidos. Los del PSOE echan las campanas al vuelo y dicen que Zapatero estuvo soberbio, y los del PP tanto de lo mismo con Mariano. En estas tesituras es evidente que la autocrítica pública puede arruinar un triunfo, y tampoco tengo claro que dicha autocrítica funcione en privado, no sea que el líder se desinfle y se venga abajo. Si usted vio los comentarios y coloquios televisivos tras el cara a cara entre Rajoy-Zapatero, y conocía a los intervinientes, no se habrá asombrado de que hayan dicho lo que han dicho, nada que no se esperase. Cada uno pensó que el líder de sus apuestas ganó la partida. En esto de cual es mas líder o tiene mas preparación es difícil encontrar respuestas equilibradas. Podemos acudir a los datos objetivos de las respectivas biografías intelectuales del presidente del Gobierno y del líder de la Oposición, y tal vez por aquí pueda hacerse un poco de luz. En estas estábamos el otro día con un colega de la Universidad en una pausa-café del mediodía. Él apuntaba, con el ponderado juicio que le caracteriza, que si dejamos aparte ideologías no puede dudarse que, desde el punto de vista intelectual, Rajoy es mucho mas aventajado que Zapatero. Quienes conocieron y trataron al hoy aspirante a la Presidencia en la Universidad de Santiago, en la que cursó Derecho, no dudan en calificarlo de extraordinariamente brillante. Esa brillantez queda más que demostrada y avalada por su condición de Registrador de la Propiedad, una de las más duras oposiciones que existen en España. En cambio de Zapatero sólo conocemos su más que poco brillante y corto paso por la Universidad como Profesor de Derecho Constitucional, sin más méritos. Y sin tan siquiera colacionar el Grado de Doctor. Hay quienes piensan que esto no significa nada. En el fondo de esta postura y su contraria late un viejo debate: la dialéctica entre la meritocracia y el populismo, entre el político al que respalda un modo de ganarse la vida distinto de la política y aquél que ha convertido la política y sólo a ella en su destino profesional. Tanto la derecha como la izquierda deben entonar el mea culpa por esto, pues ejemplos tenemos en ambos bandos. Pero esta autocrítica es difícil, porque manda gente a su casa sin casi oficio ni beneficio.