Ilustración cedida por Pepe Yáñez.
El tándem

Los críticos y una cura de humildad

La que me proporcionó ayer José María Castaño, crítico de flamenco de este periódico en La Bodega de San Ginés, recordándome algo que suelo olvidar con mas frecuencia de la aconsejable: que ni la libertad que me ofrece LA VOZ en Jerez para intentar amenizarles el café, ni mi supuesta condición de aficionado veterano me conceden patente de corso para enmendar la plana a quienes saben, pueden y tienen que ejercer la no siempre grata labor de la crítica especializada.

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Eso es exactamente lo que José María Castaño me hizo ver, con elegancia y en pocas palabras, sobre un desafortunado comentario mío de una de sus últimas crónicas.

Mientras yo me puedo permitir el lujo de hacer divagaciones y gracietas literarias sobre lo humano y lo divino, recreándome en las distintas suertes que el oficio y la afición me va permitiendo, el crítico sabe, puede y debe describir lo que ve y oye con la honestidad y el conocimiento que tiene bien ganado.

Una vez entonado el mea culpa y, salvando al crítico de este periódico y buena parte de su gremio, debo decir que algunos críticos de este país tienen una bien ganada fama de apesebrados por las distintas administraciones, que tienen que salvar, sí o sí, programaciones que no hay por donde cogerlas.

No tiene mucho misterio por otra parte; lo mismo observa el ciudadano con dos dedos de frente en la literatura, la pintura, el cine y tanta fundación y academia para el artisteo.

Volviendo al principio de esta columna, quiero agradecer a los que hacen en este periódico la información seria del Festival de Jerez, que me permitan divertirme e intentar entretener a los lectores mientras ellos trabajan duro. No es corriente. De hecho creo que sólo me pasa a mí.